En este
relato no aparece el Capulín pero se lo dedico a él.
“En unas
vacaciones de Navidad, Perico Aguilera nos invitó al Cheno Porras y a mí al
rancho de su papá, Don Leobardo. Este queda un poco más arriba de Ceballos.
Llegamos y acompañando a los vaqueros, nos dimos gusto arreando vacas y
caballos hacia los corrales, por la noche al sentarnos a cenar, el cocinero nos
dio unos tasajos de carne de res, tortillas de harina y un vaso de leche.
La leche
estaba recién ordeñada, pero como las vacas de ese rancho comen de todo, pues a
veces se les cuela alguna rama de gobernadora y la leche toma un poco de sabor
de esta planta.
Cheno
dijo: -Qué raro sabe esta leche-
Chinto,
uno de los vaqueros que es un ranchero muy taimado, le dijo: -Así es mi Cheno,
no se que tiene la marrana que ahora su leche sabe así-
Y de
inmediato Cheno salió corriendo para el monte, pues se imagino bebiendo leche
de marrana...
Y se enfermó”