“¡Así que aquí tienen escondidos
a todos los guapos mexicanos!” dijo mi novia Lupita Agüero al entrar al Lienzo Charro de la
Laguna, donde se encontraban varios chicos preparando sus caballos para entrar
en acción. Ella tiene razón. Los hombres mexicanos se ven especialmente
apuestos en traje de charro. Les hace verse varoniles y realza su porte.
El traje de charro es el traje
típico mexicano. Lo utilizan quienes
practican el deporte nacional que es la Charrería. Hay de varios tipos que van
desde los más sencillos llamados “de faena” hasta los más elegantes y costosos
con abotonadura de plata, llamados “de gala” que se utilizan en las ceremonias
más importantes como una boda o el desfile militar de la Independencia de
México. Aunque muchos quizá tengan referencia de este atuendo en el que
utilizan los mariachis. Sin embargo hay gran diferencia entre un mariachi y un
charro.
La charrería es una tradición, un
arte y un deporte que conserva el espíritu
de México. Lo practican familias enteras que cada domingo se reúnen en los
Lienzos, -una especie de Plazas de Toros o Estadios- propios para realizar las
suertes con ganado y caballos donde los charros se juegan la vida.
Esta práctica está basada en las
actividades tradicionales de la ganadería. Implica hacer gala de las habilidades ecuestre que los charros o vaqueros mexicanos realizaban
para ganarse la vida y también para divertirse durante las fiestas o ferias de
su región. Consiste en 9 suertes en las que el
charro interactúa con vaquillas, toros y caballos, poniendo en riesgo
su propia vida.
La visita al Lienzo comienza al
medio día. Los hombres preparan a sus
caballos y con su distintivo traje y sombrero. Mientras sus esposas, hijas y el
público aficionado a vivir la fiesta charra se colocan en las gradas, donde se
venden antojitos mexicanos, cervezas, tequilas y dulces para disfrutar de la
mañana.
El ambiente resulta festivo pues de fondo tocan los
mariachis o la banda. Quizá el momento más colorido y emocionante de la
charreada es la participación de la escaramuza charra, que es el equipo de
mujeres a caballo que realizan una especie de coreografía a todo galope y que
lucen hermosos vestidos de “adelitas". Entrada la tarde llega a la hora de
comer. Es entonces cuando los charros, luego de las glorias obtenidas en el
lienzo, con un poco de tierra en la cara, se acercan a sus familias para
compartir los alimentos.
La familia el núcleo fundamental
de la vida del charro. El charro como el hombre mexicano es capaz de dar su propia
vida en defensa de sus padres e hijos, así como de la patria y el honor.
Es en la figura del charro es dónde se gesta la identidad mexicana. Los
valores en que se sustenta, son en el fondo los valores de la nación.
El charro representa un sólido
estereotipo de lo mexicano en términos de imagen
ideal: señor de sí mismo, de su familia y de sus bienes. Un hombre de una sola
pieza. Pragmático y firme hasta la obstinación, valeroso hasta la temeridad,
creyente fiel y sincero. Es franco, seductor y exultante.
Encarna una masculinidad derivada
de la compleja mezcla de normas, valores, representaciones y prácticas, que tienen lugar en las
áreas de su universo simbólico: las relaciones entre los sexos, el poder, la
cotidianidad, su vestimenta, la familia... La charrería es como México en
general: alegre, fiestero, valiente, íntegro, conservador y hozado.
Las deformaciones de las
características del charro se convirtieron en el
concepto del macho mexicano: el hombre bebedor, fiestero, mujeriego,
cursilón, bravucón y represor de las mujeres, en algunas ocasiones hasta
golpeador y bandido que mucho se ha difundido en el cine. Sin embargo como
testigo presencial, puedo decirles que los charros casados o con novia, ni siquiera
se permiten mirar a otra mujer de reojo. Excesivamente respetuosos con las
mujeres de su casa ofrecen su faena con una ardiente mirada desde el lienzo
hasta las gradas y el gesto de quitarse el sombrero.
Y un buen
Charro es aquel que llega montado en un buen caballo como el CAPULÍN.
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