martes, 10 de febrero de 2015

CUANDO EL CAPULÍN FUÉ POR LAS TORTILLAS



Anoche estaba yo recordando, el día en que el CAPULÍN entró a la tortillería a comprar un kilo de tortillas.

Resulta, que yo ya me había ido a Monterrey a estudiar el primer año de preparatoria, salí de vacaciones de diciembre, y estaba yo muy alborotado por volver a montar en mi cuaco.

Toño mi hermano se quedó encargado de él, dándole de comer y poniéndole agua en su bebedero.

Yo seguía siendo novio de la Domi, ella me escribía casi todos los días, por cierto con una ortografía horrible, sus cartas empezaban diciéndome: “Ola mi hamor, como has estado, yo estrañandote mucho…” y así seguía, había palabras donde cometía hasta tres faltas de ortografía.

Total que llegué a Lerdo un viernes en la noche, el sábado, mi madre me quiso hacer chilaquiles, y cuando me levanté me dijo: “Vete a la tortillería, y me traes un kilo de tortillas”
Salí a la caballeriza de mi penco, le eche unja falsa rienda a la cabeza y montándome a pelo, salí a la tortillería que estaba por la calle de Belisario Domínguez a cuatro cuadras de la casa.

Como el CAPULÍN estaba muy acostumbrado a mi, no necesitaba amarrarlo, así que en cuanto llegamos frente a la tortillería, entré en ella, que era una bodega grande con un portón por entrada. No me di cuenta que el prieto me siguió, entonces escuche a la tortillera que gritó: “Saquen a ese animal de mi local”

Volteo, y el azabache estaba atrás de mí, dentro de la tortillería, lo saqué y lo até a un árbol que estaba en la entrada, compré las tortillas y regresé montado a pelo en mi caballo.

Al llegar a la casa, muerto de la risa, le dije a mi madre: “Para la próxima vez, manda al CAPULÍN por las tortillas, al fin que ya sabe como llegar, y pedir con un relincho el kilo” 

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