Vestirse
de Charro, es como vestirse de caballero, sabiendo bien que el segundo, no precisa del primero.
Que más
que el traje por fuera, importa el traje por dentro, más que la gala del traje,
la gala del sentimiento.
Por eso
un buen charro sabe que esta cubriendo y luciendo con noble traje, su firme nobleza de caballero.
Vestir
de Charro es: vestirse dos veces de caballero.
Vestirse
de Charro es como vestirse de México, sus minas en sus espuelas, sus cumbres en sus sombreros.
Pero no
solo por fuera es vestirse de México, que al mineral de la patria y a la cumbre
de sus cerros en la estrella de la espuela y en la cima del sombrero.
Han de
juntar plata viva, lo noble del pensamiento, lo firme de la palabra y lo claro
de los hechos.
No solo
en el lienzo charro hay que ser charros, hay que serlo en el lienzo de la vida,
en éste encendido lienzo.
En el
que con más bravura y menos lucimiento, hay que demostrar diariamente, a galas y jineteos con el ardor de la sangre, el gesto de caballero.
Vestirse
de Charro es como vestirse de México, y todo buen charro doblemente caballero,
sabe a cuanto se obliga un hombre que va vestido de México.
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