La fiesta de San Miguel está en
su mero apogeo, y un
charro, con su floreo, se adorna
en el redondel.
Con la
soga por el aire traza su
caligrafía, con
asombrosa maestría, con
estilo, con donaire.
Rosa
María en el tendido lo
contempla embelesada, sin
quitarle la mirada, paso a
paso le ha seguido.
Del
desmayo a punto ha estado cuando él
tiró su mangana a una
yegua rabicana con el
tirón del ahorcado.
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