Don
Miguel Lara Guerrero, hombre de a caballo con 100 años de vida, es
poseedor de un acervo cultural e histórico que data de la época de la Revolución;
pero además es pieza clave y discreta de la época de oro del cine mexicano y de
la formación de Pedro Infante como uno de los ídolos charros más recordados de
todas las épocas.
Nacido
en el estado de Hidalgo el 17 de septiembre de 1914, don Miguel Lara adoptó a
San Juan del Río como su segundo hogar en los últimos años; en este municipio
queretano fue animado por sus amigos para escribir el libro Antes
de que se me olvide, un ejemplar repleto de anécdotas del autor al lado
de Pedro Infante, el gran ídolo de México, a quien describe como su amigo
admirable, un hombre sencillo, amante de las mujeres y de la comida yucateca.
Testigo de la transformación de las
labores campiranas a la charrería, don Miguel Lara fue uno de los principales
promotores del deporte mexicano en el séptimo arte; llevó sus caballos y su
experiencia en la monta a los sets de filmación y así, artistas como Pedro
Infante, Pedro Armendáriz, Emilio El Indio Fernández y Joaquín Cordero, entre
otros, tuvieron la oportunidad de aprender más de la charrería, básica en el
cine de la época.
Aunque
Miguel Lara incursionó en el cine con pequeñas actuaciones conocidas como
“vits”, fue su experiencia en la monta lo que le hizo permanecer en la
industria, pero como asesor de las futuras estrellas, entre ellas Pedro
Infante, con quien forjó una amistad que sólo la muerte pudo quebrar.
Fue
el buen carácter y sinceridad de Pedro Infante lo que forjó la amistad entre
éste y Miguel Lara; el ídolo de México se inició en el cine como actor
secundario de la película La feria de las flores al lado de María Luisa Zea, Antonio
Badú y Fernando Fernández; “los tres tenían que ir montados a caballo cantando
y con guitarra y también Pedro, aunque los otros cantaban mal”, recuerda don
Miguel.
Pedro… el bueno
“Pedro
era de una zona donde no hay charros, nunca había montado, pero se informa que
yo llevaba los caballos, me dice, ‘oye, mano, vengo a pedirte un favor, voy
empezando en esto y quiero que me dejes montarme en un caballo’, a mí me cayó
muy bien, éramos de la edad, él casi tenía 23 años”, relata.
Don
Miguel y Pedro Infante acordaron iniciar con sus clases todos los días a las 7
de la mañana, una semana duró el adiestramiento, bien aprovechada, pues además
de la monta, la futura estrella aprendió técnicas de charrería, desde entonces
trabajaron juntos, el afecto creció, a ambos se les veía por las calles a
caballo.
Pedro
Infante, el charro parrandero enamorado y tomador de la pantalla, no probaba
gota de alcohol, sus recuerdos de infancia con un padre al que le gustaba la
bebida, fueron la causa, “Pedro me platicaba que su papá era músico, lo
llevaban a tocar y le daban de beber y no llevaba dinero a la casa; la mamá de
Pedro se dedicaba a coser ajeno para ganarse unos centavos para sus cerca de 13
hijos, a Pedro eso le daba coraje, por eso no quiso tomar”.
Para
don Miguel Lara, el éxito de Pedro Infante y su superación como artista por
encima de estrellas estudiadas, fue su sencillez; “él siempre saludaba, cuando
la gente no podía entrar a las plazas de toros a verlo cantar porque no tenían
dinero, esperaban afuera y Pedro a la hora de salir y que los veía, se detenía
para cantarles una canción, ese fue su éxito, su forma de ser”, relata.
Don
Miguel desmiente los rumores sobre la presunta rivalidad de Pedro Infante y
Jorge Negrete en los sets de filmación durante el rodaje de Dos
tipos de cuidado, ni peleas ni balaceras ocurrieron en las grabaciones,
dice.
“Jorge
Negrete vivía a tres cuadras de donde tenía mis caballerizas, invariablemente
pasábamos a la casa de Jorge a saludarlo, Jorge se dirigía a Pedro con cierto
desplante, pero Pedro lo admiraba, era su ídolo cuando aún no era artista,
siempre le dio su lugar, aunque en la película Dos
tipos de cuidado Jorge no
quiso vestirse igual, pero Pedro era muy inteligente y le daba por su lado,
nunca discutieron”.
A
María Félix la recuerda como una de las mujeres más hermosas del cine mexicano,
una gran artista a la que también marcó su carácter imponente y difícil al
trato.
Miguel
Lara recuerda con exactitud cuando recibió la noticia de la muerte de su gran
amigo; trabajando como standing en una producción de Miguel Aceves,
fue que supo del accidente en avión piloteado por Pedro Infante.
“Pedro
le decía a Miguel Aceves El Traca Traca y éste le decía a Pedro el Pelón
Infante por sus entradas;
se llevaban mucho, Miguel me dice que se había matado El
Pelón, yo le dije que si era una guasa, era muy cruel, pero era verdad”.
El
sepelio de Pedro Infante al igual que el de Jorge Negrete fueron impactantes en
el mundo del cine; don Miguel recuerda que el funeral de su amigo fue
imponente, “un mundo de gente le dieron el último adiós hasta el Panteón
Jardín, mujeres que se desmayaban, la gente lloraba, una muerte muy sentida
para todo el pueblo”.
Las
vivencias de don Miguel Lara al lado de artistas del cine mexicano forman parte
de innumerables anécdotas de su libro, pero también su visión sobre momentos
históricos como la Revolución, la vida del campo y la época de esplendor de las
haciendas y el arribo de las tropas revolucionarias a éstas para apropiarse los
caballos.
El
17 septiembre de 2014 cumplió don Miguel Lara 100 años, pero la memoria no le
falla y gracias a ello ha logrado crear esta pieza histórica y cultural Antes
de que se me olvide, lectura que será obligada para los hombres de a
caballo, para los amantes de la época del cine de oro mexicano y para los
historiadores.
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