Con que
ansias esperaba yo el 16 de septiembre de cada año, poder desfilar por la
ciudad de Torreón o de Gómez Palacio, en medio de la algarabía de los
habitantes que asistían a observar el paso de los contingentes escolares,
militares y el más importante para mi y para el CAPULÍN, el contingente charro.
Que de
aplausos recibíamos, de parte de los que observaban el desfile.
Que dicha
era para mi llevar montada en la enancas de mi cuaco a la DOMI.
Claro que
eso era unas veces, porque otras ella encabezaba al grupo de la escaramuza
charra, todo dependía que asistieran todas las chamacas charras.
Luego,
para las cuatro de la tarde, ya nos encontrábamos todos en el lienzo para
empezar la charreada, del día de la Independencia.
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