Con el
lienzo a reventar
el ambiente está animado. “El novillo despuntado” se oye ala banda tocar. Un radiante sol dorado se asoma a mirar la fiesta, como asiduo aficionado no quiere perderse esta. Tiras de papel picado de alegre policromía parece que en este día unen presente y pasado. Se saborea a cada instante ese olorcillo a potrero, a lazo, sudor y cuero, que nos resulta enervante. Vimos ya a tres caladores y hay acción en el corral pues ordenó el caporal bestias pa´los pialadotes. La mirada vigilante bajo el ala del jarano, lista la soga en la mano un charro aguarda expectante. Sobre su baya acemita, que espera también serena pues conoce la faena, se alza en el estribo y grita: “¡Ya viniera, compañero!” y empieza a remolinear, se ve a la yegua asomar la testa en el partidero... ...y se viene enchiflonada; el hombre le mide el paso e imprime fuerza a su brazo dando vuelo a la lazada. |
jueves, 30 de junio de 2016
EL PIALADOR
viernes, 24 de junio de 2016
PARA MI NIETO
Cuando puedas leer este
mensaje es posible que yo ya me haya ido, pero me habré llevado en ese viaje el brillo
de tus ojos y el sonido de tu inocente voz, como equipaje.
Yo soy aquel que te intuyó
el primero, el que al verte nacer cambió de estado. El que con chaparreras y
sombrero va montando el caballo colorado de la pintura grande del sillero.
No es gesto de altanera
bizarría... Es tan sólo una llama de alegría porque, antes de morir, llegará el
día de revivir con sangre mi esperanza.
Esa sangre es la mía, la
heredada del padre de mi padre y de su abuelo. Sencilla estirpe que jamás
manchada supo mirar la vida sin recelo y ahora comienza en ti nueva jornada.
No busques ni oro o plata en
mi escarcela, lo que heredé en tu manita cabe. Te dejo algo mejor, la dulce y
suave hombría de bien que me formó en su escuela y mantendrá mi vida hasta que
acabe.
Cuando puedas usar mis
chaparreras, cuando te queden justas mis arciones, cuando mi espuela fija en
tus talones lleve el compás, en tardes domingueras, de un jarabe con giros
retozones;
Cuando en tu joven labio
apunte el bozo, domines el vigor de un cuaco entero, entres como señor al
coleadero y rubores esconda algún rebozo porque te vieron bravo y caballero;
Entonces, solo entonces, de
mis sillas podrás seleccionar la que te guste. No pienses ni en bordados ni en
hebillas. A la hora de elegir, elige el fuste que puedas dominar con tus
canillas.
Un charro es al nacer un
caballero. Ante el mundo que envidia su figura ha de llevar seguro, no
altanero, en la silla un machete, fino acero y la mejor pistola en la cintura.
Uno y otra no deben ser
motivo para sentirte fuerte y dominante. Si eres fuerte sé humilde y no
agresivo, si buscas amistad sé comprensivo, si sabes dominar, sé tolerante.
Francisco Lavín, viejo
charro y espadero, en su rústica fragua de Antequera templó las hojas y grabó
el letrero de todos mis machetes; con cualquiera podrás formar un círculo de
acero.
Imítalos, mañana sé como
ellos... Limpio, resplandeciente en la contienda encegueciendo el mal con tus
destellos, no doblándote nunca frente a ellos y no hiriendo sin causa que te
ofenda.
Y cuando mi pistola esté en
tus manos no la saques sin causa y sin razones. Está limpia de sangre, en
ocasiones es mejor despreciar a los enanos que enterrar en su tumba sus
baldones.
Yo ya no la veré, pero es mi
anhelo que, en fiesta nacional, como es costumbre, con tu mirada retadora al
cielo vibre al verte pasar la muchedumbre, cabalgando en la silla de tu abuelo.
lunes, 13 de junio de 2016
LOS DICHOS DE FRANCISCO
Si
es morena, es buena, si es güera... ¡bien pudiera!
Charro
viejo sin casar, ¡no
es de fiar!
Ni
toro que ha sido coleado, ni charro que ha sido casado.
El
charro sin su mujer, muy poquito ha de valer.
Ni
hombre con arete, ni
mujer sin colorete.
¿Qué
monta bien mi marido? ¡Él es farol en la plaza, en
casa es foco fundido!
Cuando
es hermosa la bestia, no le queda la modestia.
El
águila tiene garras para
salir a cazar, yo mi reata pa’ lazar
haciendo faenas charras.
¡Ay,
quien fuera lazador pa’ poderle echar un lazo y
llevarla de mi brazo hasta el
altar del Señor!
¡Guadalupana
bendita, ah
cuanto me has de querer: me
diste mujer bonita la dicha de
en ti creer, amplia casa, buen
empleo, caballo fino ensillado,
y un hijo, donde me veo como charro retratado!
Charro
que anda en buen corcel, vale el doble que sin él.
martes, 7 de junio de 2016
CANTANDO SOBRE UN TORDILLO
Un
sábado en la mañana, mi padre me dijo: “Vamos a Bucareli, a visitar a la tía Ángela”
Cuando llegamos, mi tío Javier estaba bajando un caballo blanco de su pick up.
Entonces me dijo: “Órale sobrino, ¿No quieres montar este tordillo?” Yo le
dije: “Claro tío, nada más ensíllalo bien” Me monté en el cuaco y salí del coral
y me dirigí al algodonal, y mientras el cuaco tordillo trotaba entre las matas
de algodón, a mi me dio por cantar…
“Este
es el corrido del caballo blanco, que
en un día domingo feliz arrancara, iba
con la mira de llegar al norte, habiendo
salido de Guadalajara,
Su
noble jinete, le quito la rienda, le
quito la silla y se fue a puro pelo, cruzo
como rayo, tierras Nayaritas, entre
cerros verdes, y lo azul del cielo,
A
paso mas lento, llego hasta Escuinapa, y
por Culiacán, ya se andaba quedando, cuentan
que en los Mochis, ya se iba cayendo, que
llevaba todo el hocico sangrando
Pero
lo miraron pasar por Sonora, y
el valle del Yaqui le dio su ternura, dicen
que cojeaba, de la pata izquierda, y
a pesar de todo, siguió su aventura,
Llego
hasta Hermosillo, siguió p’a Caborca, y
por Mexicali sintió que moría, subió
paso a paso, por la Rumorosa, llegando
a Tijuana, con la luz del día,
Cumplida
su hazaña, se fue a Rosarito, y
no quiso echarse hasta ver Ensenada, y
este fue el corrido del Caballo Blanco, que
salió un domingo de Guadalajara”
Pero
no sentí tanta alegría como la que siento montando al CAPULÍN y le canto: “CABALLO
PRIETO AZABACHE”
domingo, 5 de junio de 2016
TE SEGUIRÉ QUERIENDO
Tienes
hermosas virtudes, mas
no te quiero por eso; si otras
fueran tus virtudes,
yo te
seguiría queriendo.
Tienes
algunos defectos, mas
no te quiero por eso; pues con
ellos o sin ellos yo te seguiré
queriendo.
Has
dado a luz a mis hijos, mas no te quiero por eso; si
no tuviéramos hijos yo te
seguiría queriendo.
Eres
mi apoyo constante, mas no te quiero por eso; si
apoyarme no pudieras yo te
seguiría queriendo.
Me
fascina acariciarte, me encanta hacerte el amor, más no te quiero por eso;
si algo me impidiera hacerlo yo te seguiría queriendo.
Tenemos
los mismos gustos: la
música, los caballos, la
charrería y muchos más, mas no te
quiero por eso; aunque fueran
diferentes yo te seguiría
queriendo.
Compartimos
un destino, mas no te quiero por
eso; si tu camino y el mío
por azares de la vida toman rumbos diferentes, y espero nunca suceda, yo te seguiría queriendo.
Me
preguntarás entonces ¿Por qué te quiero?, pues mira, porque nací para amarte, y
en ello quiero gastar palmo
a palmo de mi vida.
Te
seguiré queriendo porque soy charro y tu eres mi china y montas muy bien a caballo.
jueves, 2 de junio de 2016
LA ORGULLOSA MADRE DE UN CHARRO JOVEN
Una
preciosa señora de
cuarenta años de edad, negro
pelo recogido con un moño
tricolor, nívea tez, y una mirada
verde como los maizales, que combina con el verde de su traje de adelita, ceñido por la cintura con un rebozo de seda, blanco al igual que sus manos de alabastrina belleza, blanco al igual que su cuello de exquisitez sin igual, sentada en el graderío del Lienzo Guadalupano, contempla con emoción el desfile de los charros que este día competirán, para llevarse el trofeo de campeón del coleadero de la fiesta patronal.
Aunque
contempla el desfile, no ve a todos los jinetes, su
mirada se concentra
en un
juvenil centauro, que porta con
gallardía, que es preciso de
destacar, fino
jarano de pelo de pachuqueño
planchado, chaquetilla de gamuza
lisa, color natural, ajustada chaparrera con la aletilla piteada, y,
fijas en sus tacones, par de
espuelas cinceladas por un
orfebre de León.
¡Que
bizarría de mancebo, -piensa al verlo embelesada- ¡que porte de caballero!,
¡que
estampa más varonil!... y entre
sus labios de grana un suspiro
se le escapa imposible
de ocultar.
Al
pasar frente a su asiento montando hermoso azabache, el espigado jinete por
un segundo voltea, y le esboza
una sonrisa, que casi nadie
percibe, pero que hace que ella
sienta que su pecho como un
volcán que está a punto de
estallar.
Comienza
ya el coleadero. La algarabía se
desata al golpe de la tambora, y al mirar a los novillos uno
tras otro rodar.
Allá
al fondo de la manga se observa al mozo en la puerta,
a su novillo esperando, el caballo se le inquieta, pero el templado jinete, lo apacigua, lo acomoda, y al oír la voz de “¡Va!” sale en berrendo corriendo tratándose de
escapar. pero el prieto veloz, el arcioneo eficaz, y el oportuno tirón del osado coleador,
tienen como colofón un tumbo espectacular: una redonda derecha
con un
punto adicional.
La
mujer, en su butaca, se enorgullece, y ufana quisiera
fuerte gritar: “Ese muchacho es
mi hijo, es mi hijo, ¡si señor!,
por ventura soy su madre, la madre que lo parió, la que lo arrulló en sus brazos, y la que un día lo amamantó, que le enseño a santiguarse y a arrodillarse ante Dios.”
“Y
es su padre, mi marido, quien le heredó la afición, quien le arrendó ese caballo, quien lo
ha enseñado a colear, a sostener
su palabra, y a ser un hombre
cabal.”
“¡Dios te
bendiga, hijo mío!. En el mundo
nunca habrá, ni madre más
orgullosa, ni padre más ejemplar,
ni hijo con tantas virtudes: tierno, fuerte, justo, leal, serio y alegre a la par, cumplidor de su deber y honrado como el que más”.
“Y
Dios bendiga a la china con
la que te has de casar, que con ella un día me harás abuela de un coleador.”
Eso
quisiera gritar su
corazón palpitante, su garganta
contenida, y su orgullo
maternal. Pero guarda para
sí, el raudal de
sentimientos, que en el seno del hogar, con halagos y atenciones sobre el hijo volcará.
Esta
historia, no se acaba, y nunca se acabará, continuará
día a día, continuará año, con
año, se repetirá por siglos,
mientras haya en nuestra tierra,
aunque sea una familia, sólo una familia charra, ¡tan solo una nomás!.
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