Un
sábado en la mañana, mi padre me dijo: “Vamos a Bucareli, a visitar a la tía Ángela”
Cuando llegamos, mi tío Javier estaba bajando un caballo blanco de su pick up.
Entonces me dijo: “Órale sobrino, ¿No quieres montar este tordillo?” Yo le
dije: “Claro tío, nada más ensíllalo bien” Me monté en el cuaco y salí del coral
y me dirigí al algodonal, y mientras el cuaco tordillo trotaba entre las matas
de algodón, a mi me dio por cantar…
“Este
es el corrido del caballo blanco, que
en un día domingo feliz arrancara, iba
con la mira de llegar al norte, habiendo
salido de Guadalajara,
Su
noble jinete, le quito la rienda, le
quito la silla y se fue a puro pelo, cruzo
como rayo, tierras Nayaritas, entre
cerros verdes, y lo azul del cielo,
A
paso mas lento, llego hasta Escuinapa, y
por Culiacán, ya se andaba quedando, cuentan
que en los Mochis, ya se iba cayendo, que
llevaba todo el hocico sangrando
Pero
lo miraron pasar por Sonora, y
el valle del Yaqui le dio su ternura, dicen
que cojeaba, de la pata izquierda, y
a pesar de todo, siguió su aventura,
Llego
hasta Hermosillo, siguió p’a Caborca, y
por Mexicali sintió que moría, subió
paso a paso, por la Rumorosa, llegando
a Tijuana, con la luz del día,
Cumplida
su hazaña, se fue a Rosarito, y
no quiso echarse hasta ver Ensenada, y
este fue el corrido del Caballo Blanco, que
salió un domingo de Guadalajara”
Pero
no sentí tanta alegría como la que siento montando al CAPULÍN y le canto: “CABALLO
PRIETO AZABACHE”
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