En la viña del Señor hay de todo. Esta es una aventura de mi cuaco que la recuerdo con cariño pero a veces no quisiera contar. Todo por no saber bien de las cosas. Hubo una ocasión que a mi penco le salió Haba en el hocico. El Haba Equino es un pequeño tumor que les sale en el paladar o en las encías a los caballos, creado por un hongo. De repente me dí cuenta que el Capulín dejo de comer alfalfa achicalada, que le daba trabajo morder las zanahorias, entonces preocupado fui a ver a Don Sixto Barrera, el papá de Salvador y abuelo de Adrían que vivía por la calle Coronado de Lerdo frente a la casa del Cheno Porras. Le llevé el Capulin a don Sixto y le platiqué que ya no quería comer y que estaba temeroso de que se fuera a enflacar, entonces Don Sixto le abrió el hocico a mi caballo y me dijo: "Lo que el Capulín tienes, es Haba" y me enseñó los dientes del caballo, vi unas pequeñas manchas amarillas entre los dientes y sobre las encías. "Y esto ¿como se le quita Don Sixto?" a lo que el me respondió: "Mira, te voy a dar un polvo para que le talles las encías, y aparte no le des alfalfa achicalada por dos semanas, dale solo avena" Feliz regresé a la casa. Metí al cuaco a su caballeriza y le pedí a mi mamá que me comprara unos diez kilos de avena. Mi madre me compró los diez kilos de avena, pero fueron en hojuela y a granel. Yo le dí de esta avena al caballo y muy tranquilo se la comió. Yo coloqué la caja de la avena detrás de la puerta de la casa. Al día siguiente llegaron los hermanios Álvarez jundo con Don Manuel Dávila a la casa para platicar con mi papá acerca de la charreada que iba a haber el domingo siguiente. Al entrar vieron tras la puerta la caja de avena y me preguntaron: ¿Y esto que es? yo muy orgulloso les dije: "Es avena pa'l Caballo" entonces me volvieron a preguntar "¿Y tu le das de esta avena al Capulín?" "SI contesté muy orgulloso, el Capulín tiene Haba en el hocico y Don Sixto Barrera me dijo que le diera avena". Don Manuel Dávila me contestó: "No Panchío, los caballos no comen de esta avena en hojuela, esta es para bebés, los caballos comen la avena en grano" y a partir de ese momento y por una buena temporada yo escuchaba por el sonido del lienzo: "AHÍ VIENE PANCHO LAVÍN MONTANDO AL TRES MINUTOS"
viernes, 30 de septiembre de 2011
NO DEBE HABER CHARREADA SIN MARIACHI
Así es amigos, yo no puedo dejar de pensar que una charreada sin Mariachi, sea charreada. La música mexicana, el huapango, la canción ranchera, el son Jaliciense, deben de acompañar siempre a los charros y sus caballos. Por eso es que el Capulín era muy bailador, nada más escuchaba la música y me escuchaba: "Aja bonito" y comenzaba a bailar. Cuantas veces escuchamos canciones dedicadas a los caballos para que estos se pusieran alegres. Recuerdan: "Caballo Prieto Azabache" "Cabayo Bayo" "Caballo Lobo Gateado" "El Alazán y el Rosillo" "El Moro de Cumpas" "El Siete Leguas" "El Caballo Alazán Lucero" "El Caballo Blanco" "el Pata de Palo" "El Califas" y tantos más. Yo cada vez que escucho la canción que me cantaba Don Salvador Álvarez: "El Cantador" se me enchina la piel y más cuando dice: "Yo le puse el Cantador" y Don Salvador le decía: "Yo le puse el Capulín". Ahora en las charreadas cuando dentro del programa decía: "Saquen las tarimas" ya sabía yo que me iba a tocar bailar, y cuantas veces la Domi y yo bailamos el son de la negra, o las alazanas, o la culebra, piezas musicales que tocaba el mariachi para acompañar a los bailadores y fuera la alegría del público. A veces por no encontrar mariachi se lleva una banda de tambora Sinaloense. También es válido pues Sinaloa también es Mexico, o un conjunto de acordeón y redova. Cuantas veces no me pedían canciones del Piporro a quien siempre quise imitar, y si había un conjunto norteño de redova y acordeón era mejor la imitación. Entonces permítanme decir que sin mariachi, o sin tambora, o sin conjunto norteño, una charreada no sera charreada. Esto se lo debo a la música y a lo buen bailador que era el Capulín.
jueves, 29 de septiembre de 2011
ASOCIACIÓN DE CHARROS DE LA LAGUNA
A esta Asociación pertenecimos mi hermano Toño y yo como charros, allá por los años cincuenta y tantos del siglo pasado. Aparte mi padre fungía como juez en cada charreada, pero también era, el del micrófono alegrando con sus chistes cada evento charro. Mi padre fue ingeniero civil, por lo tanto fue constructor de muchos inmuebles de la región Lagunera, por ejemplo: construyó la cava de la vinícola del Vergel. Las farmacias Benavides de Torreón y Gómez. Y también mi padre construyó el lienzo charro de la Asociación. Nunca supe de quien fue el predio donde se contruyó este lienzo, pero su ubicación es al lado izquierdo del boulevard que va de Gómez a Torreón, después del paso a desnivel entre la vía del tren y dicho boulevard, junto a los edificios de Industrias Unidas. El lienzo es un callejón de sesenta metros de largo por doce de ancho, que inicia en el fondo del partidero para las suertes de las colas y termina en el ruedo. El ruedo mide cuarenta metros de diámetro. En la foto podemos apreciar a la escaramuza al inicio del ruedo y en la parte de atrás al lienzo. Como les digo el coleadero y los piales en el lienzo se llevan en esta parte del local. Podemos ver a los lados las puertas del lienzo que al cerrarse convierten al ruedo en una placita de toros. Alrededor del ruedo está el graderío y los cajones para iniciar los jineteos. Estas puertas deben de mantenerse cerradas durante estos jineteos para que los toros o la yeguas no tomen las de Villa Diego por todo el lienzo. También se cierran durante las manganas a pie y a caballo y en el paso de la muerte. Pero si se fijan en la foto, durante la escaramuza se mantienen abiertas porque las adelitas pueden ir y venir a galope por todo el lienzo y el ruedo. Cuando yo fui miembro de la asociación, el presidente era don Salvador Álvarez, el caporal de la escaramuza don Manuel Dávila, mi padre el del micrófono y la Domi la reina.
EL DÍA QUE SIN QUERER INSULTÉ A MI PADRE
Tendría yo como quince años de edad, mi hermano Antonio se iniciaba en la charrería y mi padre sin llegar a montar ya pertenecía a la asociación de charros de La Laguna, pues siempre era el del micrófono durante las charreadas y a veces fungía como juez. A la vuelta de nuestra casa había una placita de toros donde a veces había eventos donde los charros jineteábamos toros y lleguas, donde había floreo de reata, donde se efectuaban buenas manganas. Una tarde de domingo, llevamos a cabo una de estas charreadas. A mi padre le tocó hablar por el micrófono y darle lucimiento al festejo. Llegó el momento en que yo me tenía que lucir jineteando una yegua. En las tribunas estaba la Domi con sus amigas y yo no podía quedar mal. Salimos del cajón la yegua y yo en sus lomos, a la yegua le pusieron un pretal en las verijas, es el que ustedes pueden ver en la foto que va en las enancas, o sea a mi espalda (con este pretal la greñuda es más reparadora) y vaya que si lo es, la bruta dio como cinco reparos, y de repente mi cuerpo se desprendió de sus lomos, yo me sentí en el aire, aflojé mi pretal, la yegua se escurrió hacia abajo y caí de sentón en la arena. De repente quede acalambrado y sólo alcance a voltearme y quedé hincado sobre la arena, en eso escuché a mi padre, que con el micrófono me decía: "No le pida perdón M'hijo, parese y móntela de nuevo" y me dió tanto coraje que solo le alcance a gritar: "No le estoy pidiendo perdón, viejo Pelón, lo que pasa es que no me puedo parar" a lo que él, con el micrófono en la mano me dijo: "Epa M'hijo, más respeto que soy su padre" a lo que ya sin aguantarme yo le solté: "Pues no lo parece Pelón desgraciado, yo adolorido y tú, muerto de la risa" así es amigos y amigas, ese día sin querer insulte a mi padre.
miércoles, 28 de septiembre de 2011
ALGUNA VECES ME SALIÓ MUY BIEN EL PASO DE LA MUERTE
No todo es belleza amigos, uno trata de ser el mejor charro, aquel que puede dominar perfectamente las diez suertes charras, aquí es bueno recordar aquel dicho que dice: "EL QUE NACE PA' TAMAL, DEL CIELO LE CAEN LAS HOJAS" y esto lo digo porque muchas veces uno quiere ser lo máximo. Yo quise ejecutar muy bien el Paso de la Muerte en algunas charreadas, pero la mayor parte de la veces cundo no me tiró la yegua al segundo reparo, otras no alcance a pasar bien la pierna y me quede sentado en el aire, o sea en medio del caballo y la yegua. Esta suerte se hace dentro del ruedo, al charro le dan solo dos vueltas al mismo, para ejecutar la suerte, si se pasa de las dos vueltas lo descalifican. El chiste es que uno montado en su caballo a pelo, se empareja a la yegua bruta, y de un salto se pasa a los lomos de la yegua y se afianza uno de las crines del animal. Para practicar esta suerte nos ibamos mi hermano Toño, el Cheno Porras y el Adrián Barrera a un callejón lleno de arena que estaba a la salida de Lerdo hacia el panteón, y mientras uno de nosotros practicaba la suerte montando a pelo al Capulín los otros arreaban a la Overa, la yegua de mi hermano quien fungía como yegua bruta. (lo bueno es que no lo era) yo creo que los brutos eramos nosotros por ir a a practicar de esta manera.
QUE BONITO ERA EL CAPULÍN
Había veces que me invitaban a algún rancho cercano a Lerdo, ensillaba a mi cuaco y me iba en él a dicho rancho. Muchas veces encontré que en algunos ranchos tenían pequeños potreros cercados. Entonces desensillaba al penco y lo dejaba libre, que corriera un rato el sólo dentro del potrero, sin que tuviera una rienda que lo dirigiera, ninguna atadura que lo atosigara. Esa libertad que aveces sentí lo volvía loquito, caminaba para allá y para acá, luego trotaba y finalmente daba pequeños galopes de un cerco al otro. De veras amigos, solo aquellos afortunados en convivir con un penco así saben lo que es la amistad de un animal. Como les dije, cuando quería que el caballo caminara a buen paso, le soltaba un poco la rienda y le decía: "Ohh Capulín" pero si quería que el potro bailara, le tallaba con el botín bajo la corva derecha y le decía: "Ahh Bonito" y de inmediato empezaba su función. Esto era muy bonito, porque cuando una huerca me pedía que la paseara, despues de un rato de ir al paso, venía un tallón de botín, un "Ahh Bonito" y de inmediato la chica me decía: "Agárrame que tu caballo me va a tirar" y yo como todo buen caballero la detenía por la cintura para que se sintiera segura. Deveras que el Capulín era muy bonito.
martes, 27 de septiembre de 2011
SALVADOR BARRERA, MI MAESTRO CHARRO
Frente a la casa del Cheno Porras vivía la familia Barrera: Don Sixto, el abuelo, buen caporal, conocedor de los caballos, abuelo de Adrián mi compañero charro, y papá de Salvador, charro profesional que nos enseño a muchos jóvenes adolescentes, que incursionamos en la charrería a florear la Chavinda. Así le decía con amor a la reata que sirve para lazar ganado, esta reata esta hecha de fibra de ixtle, y que en una punta lleva un lazo al que normalmente se suelta para describir figuras con él, mantendiéndolo abierto en todo momento. Todas las figuras que un charro puede hacer tienen un nombre: PASADAS, CAMBIOS, RESORTES, GIROS, CRINOLINAS, ARRACADAS, Etc. El floreo es hermoso, en la foto podemos observar a Salvador Barrera haciendo unas pasadas sobre su caballo, el que se llamaba "El Regalo" el cual lo hizo en una charreada. Los movimientos de la reata se dividen en dos respecto al giro. De derecha y de contra, el primero es si se gira de derecha a izquierda, y el segundo es si se gira de izquierda a derecha. El Remolineo tambié se puede hacer de derecha o de contra, esto consiste en girarla con fuerza pero sin soltar el lazo para acomodarla, luego se suelta la lazada para iniciar el floreo y puede ser de frente o de espalda, también de derecha o de contra. También se puede soltar la reata en forma horizontal cerca del piso o vertical. Un buen floreador sabe cuantas veces gira la reata de derecha y luego de contra para que no se le enrede en las manos, como decimos los charros: "Que no se nos haga bolas el engrudo" Ustedes preguntarán ¿Para que sirve florear la reata? Bueno esto se hace para adornar las manganas, los piales o simplemente para lazar a un toro por los cuernos. Si se laza a caballo, después de que cae la lazada, hay que chorrear la reata en la cabeza de la silla para al final apretar y hacer que el animal se detenga o se caiga al piso. Si las manganas son a pie y se laza una yegua en el ruedo, la reata se chorrea sobre la cadera y el tirón se puede hacer de diferente maneras: El tirón del ahorcado, la otra punta de la reata se ata al cuello. El tirón de la muerte, la otra punta de la reata se ata a ambos pies. El tirón de la flecha, la otra punta de la reata se ata a una sola pierna. Pues así es amables lectores como Salvador Barrera nos enseñaba a florear.
CUANDO DON SALVADOR ALVAREZ CANTABA
Como no recordar al presidente de la Asociación de Charros de la Laguna, Don Salvador Álvarez que cada vez que sacaban las tarimas, para que yo bailara algún son con la Domi, ya fuera el son de la Negra o el Jarabe Tapatío, él de inmediato pedía el micrófono y se ponía a cantar. Una de sus canciones favoritas y que me cantaba, a mí era: "El Cantador" me pedía que me montara en el Capulín que me parara en medio del ruedo y que pusiera a mi cuaco a bailar, ya les comenté que el Capulín era muy bailador, se movía mucho en un mismo lugar, levantando sus patas y dando pequeños giros a los lados. La canción que Don Salvador me cantaba dice así:
Nacio bajo de una higuera, su madre fue yegua fina, la llamaban la Catrina, yo le puse el Capulín. Era un potrillo con más brío que otro caballo cualquiera, Y como yo lo hice mío resulto muy corredor.
Era lindo, mi caballo. Era mi amigo más fiel. Ligerito, como el rayo era de muy buena ley.
Cuando era de falsa rienda, daba ventaja a su madre, muy pronto dejo a su padre, con dos cuerpos le gano. Era de pelo azabache dosalbo y con un lucero, muy fachoso y mitotero y lindo de corazón.
Era lindo, mi caballo, era mi amigo más fiel, ligerito, como el rayo, era de muy buena ley.
Nació bajo de una higuera y en el potrero quedó, que lástima que muriera mi compañero mejor.
Por eso cuando el sol muere y la luna va a salir, me voy hasta aquel potrero mis recuerdos a vivir.
Era lindo, mi caballo, era mi amigo más fiel.
Ligerito como el rayo, era de muy buena ley.
Nunca supe a quien le aplaudía más la gente, si al cantador: Don Salvador o al bailador: el Capulín.
lunes, 26 de septiembre de 2011
UNAS BELLAS FRASES
Así como en muchas cosas el ser humano va creando dichos importantes para recordar muchas cosas, entre los charros estos dichos o refranes los aprendí de aquella bella época de charro y los recuerdo con mucho cariño:
A CHARREAR Y A LORAR, SE APRENDE CON BABAS Y NO CON BARBAS.
Quiere decir que hay cosas que se aprenden en la niñez. El refrán se basa en la semejanza acústica entre Babas y Barbas.
A CABALLO QUE RABEA, NINGÚN CHARRO LO DESEA.
Este refrán se usa para sancionar situaciones de individuos muy quisquillosos.
AL CABALLO Y AL AMIGO, NO HAY QUE CANSARLOS.
Don Sixto Barrera me decía: Si quieres que tu caballo te dure desde la cala hasta el paso de la muerte, ten otro listo para el coleadero. Esto te da la idea que a los amigos hay que atenderlos, pero dejarlos descansar de tu presencia hasta que lleguen a la ancianidad.
A QUIEN TIENE CABALLO, LE OFRECEN MONTURA.
Expresa el contrasentido social, que al que tiene mucho se le ofrece más y a quien no tiene mucho no se le da más.
CABALLO DE CRIN GRANDOTA Y HOMBRE DE MUCHO BIGOTE, MATALOTE.
Este refrán equipara al caballo de crin grandota con el hombre de mucho bigote. Ambos son matalotes, vocablo con el que se dedica al caballo inutil, torpe y haragán de pura apariencia.
ATÓRALE QUE ES MANGANA.
Refrán que se dice que cuando ya cumpliste con la primera parte de tu compromiso, aprieta la situación para terminar bien con el compromiso.
LOS CABALLO TORDILLOS Y LOS TARUGOS DESDE LEJOS SE CONOCEN.
Este refrán indica que los caballo tordillos y los tarugos no pueden esconder de lejos lo que son.
ACOSTANDOME CON LUZ, QUE NO ME APAGUEN LA VELA.
Ahí se los dejo a su imaginación.
A CABALLO DADO NO SE LE VE EL COLMILLO.
Quiere decir que cuando te regalen algo, no le busques defectos, quiérelo porqué es un regalo.
Amigos y amigas son tantos dicho y refranes charros que muchos de ellos ya se me olvidaron.
LA DOMI, CAPITANA DE LA ESCARAMUZA
A como recuerdo aquellas practicas de la charrería que eran la preparación, para que una o dos veces al mes tuvieramos una charreada, o un competencia contra otra asociación charra. Mientras nosotros los charros de La Laguna practicábamos las distintas suertes, también poco a poco se fue formando la escaramuza de la asociación. Esta escaramuza estuvo lista cuando se junto el grupo de ocho adelitas, que montando a la mujeriega y galopando dentro del ruedo, hacían varias evoluciones dividiéndose por parejas o en dos grupos de a cuatro. El caporal que las enseñó a montar a la mujeriega, fue el charro don Manuel Dávila, quien también les enseñó a galopar por el ruedo, primero de una a una, luego por parejas, después por cuarteta y finalmente a las ocho adelitas. Ellas tenían que galopar al ritmo de la música, ya fuera: Las Coronelas, la Marcha de Zacatecas o alguna otra pieza de ese mismo corte, en las prácticas se usaba sonido, pero ya en las charreadas era el mariachi el que acompañaba a las jinetes. Lógico que la capitana, fue mi novia, la Domi, ¡Ah que bien montaba la escuincla! al mismo tiempo que era la que comandaba al grupo de ocho, comandaba a las primeras cuatro, porque al segundo grupo de cuatro lo comandaba Alma Dávila la hija de don Manuel. Normalmente la escaramuza empezaba desde el partidero al fondo del lienzo, ahí se ponían las ocho coronelas en línea, y partían al galope por todo el lienzo hasta llegar al centro del ruedo, ahí rayaban sus monturas y saludaban al público llevándose la mano derecha hacia el sombrero charro. Se cerraban las puertas del lienzo y empezaba la música a sonar, ya fuera con el mariachi o con sonido. La Domi que estaba en el extremo derecho de las chicas, le daba vuelta a su cuaco y empezaba un galope por todo el ruedo. Las demás chicas la seguían. Galopando se iban separando por cuarteta. Alma Dávila y sus tres seguidoras galopaban un poco más lento permitiendo a la Domi y sus seguidoras abrirse en abanico. Para la segunda vuelta al galope, las chicas se dirigían al centro del ruedo y empezaban los entrecruces, luego regresaban a la orilla del ruedo y tras haber dado una vuelta al galope, ahora se entrecruzaban de dos en dos. Y así, el entusiasmo, el colorido de sus faldas, la sonrisa de las amazonas, la música del mariachi, hacían que los corazones de los espectadores se entusiasmaran. El mío latía con furia al ver a la Domi dirijiendo a sus adelitas, era una verdadera Coronela. Al terminar sus evoluciones, se ponían de nuevo en línea. Se abrían las puertas del lienzo, y cejando a sus monturas llegaban hasta el fondo del mismo. Y de ahí muy elegantemente regresaban al ruedo, trayendo sus cabalgaduras al paso para recibir los aplausos del público y una diana por parte del mariachi.
sábado, 24 de septiembre de 2011
CUANDO IBA A LA CUEVA DE LAS IGLESIAS
Sobre la carretera que va de Lerdo a Cuéncame y continua hasta Durango, antes de llegar a los parajes de La Loma y La Goma, se ve a lo lejos por el lado derecho de la carretra, un gran peñón que tiene una gran cueva, la que lleva por nombre de "CUEVA DE LAS IGLESIAS" para entrar a esta cueva, al pie del peñón se inicia una vereda que va subiendo poco a poco hasta llegar a la entrada de la cueva (observar como sube la vereda hacia la cueva). De la carretra hasta la base del peñón son unos quince kilómetros, los cuales, para cabalgar sobre mi Capulín era cosa fácil. Muchas veces hice grandes recorridos a caballo montado en mi cuaco. Para hacer este viaje, tenía que salir muy temprano, por lo que le pedía a mi mamá que me preparara un lunch para la comida, con él hacía un morralito que amarraba junto con un cantimplora de agua a las cantinas de la silla. Salía con rumbo a la Goma y en Raymundo tomaba la orilla derecha del río Nazas hasta llegar cerca de la Goma y de ahí tomar rumbo a la cueva. Como les digo son cerca de quince kilómetros hasta llegar al pie de peñón. Entonces tomábamos la vereda que asciende hata la cueva, para llegar a ella. Una vez que ibamos en ascenso hacia la cueva, de repente el Capulín reparó por algo que se movió entre sus patas, volteé hacia abajo y vi que una víbora de cascabel que se escondía entre las piedras a un lado de la vereda. Yo por precaución, hice que el cuaco diera media vuelta y empezamos a descender, al llegar al pie del peñón nos dirijimos a casa. Por cierto en esa cueva hay muchos murciélagos, por lo tanto el piso de la cueva está lleno de guano, o sea del excremento del murcielago que se utiliza como fertilizante en los ranchos de algodón.
viernes, 23 de septiembre de 2011
A LAS LIEBRES
Viví muchas experiencias con mi caballo, unas muy divertidas, otras muy tranquilas, unas más a todo galope. Pero los sábados me gustaba ir a las liebres. Ensillaba al Capulín muy temprano, tomaba un rifle de salón calibre 22, otras veces mi hermano Antonio me prestaba su revolver calibre 22 con mazorca de nueve tiros y salía a campear. O sea a buscar liebres en el campo para tirarles de balazos. Nunca mate una, pero como le gustaba al Capulín correr tras ellas, y yo me gasté varias cajas de cartuchos, unas veces con mi rifle y otras con el revolver de Toño. A veces iba con rumbo al cerro de las Calabazas, otras veces tomaba rumbo hacia Raymundo por la orilla del río Nazas. Ustedes saben que normalmente el río esta seco, solo en tiempo de lluvias lleva agua. Que ricos sábados gozamos mi cuaco y yo. Lo que más le gustaba al Capulín era que al regreso, lo bañaba con la manguera, lo cepillaba, le daba sus zanahorias y a descansar en su caballeriza. Luego yo me bañaba y me preparaba para comer, pues el hambre después de un buena campeada es bastante.
CUANDO CALABA AL CAPULÍN
Una de las suertes que me gustaba hacer con mi cuaco era su Cala. La Cala del caballo es la demostración de la buena rienda del penco, la buena educación del caballo charro, la cual comprende brío, buen gobierno, estribo, mansedumbre, andadura, galope, carrera, ceja y posturas de cabeza y cola. Para esto el Capulín me dió muchas satisfacciones. Yo me presentaba delante del público, bien ajuareado, dentro del rectángulo que se ve en la imagen, saludaba al público, daba media vuelta y soltándole la rienda a mi cuaco, este partía al galope hacia el partidero del lienzo. Ahí le daba vuelta al Capulín y esperaba un minuto para hacerlo que se calmara. Entonces sin darle cuarta, el caballo arrancaba a todo galope hacia el centro del ruedo y al llegar de nuevo al rectángulo lo rayaba. O sea, lo detenía sobre sus cuartos traseros, el animal se tenía que parar en tres trancos y dejaba para ésto, tres pares de rayas. Después lo colocaba en el centro del rectángulo y lo hacia girar dos o tres veces hacia su derecha y luego hacia su izquierda, el caballo debe de pivotear sobre la pata trasera del lado del giro. Al término de los giros, lo hacía dar medios lados, o sea cambiar de posición 180 grados a la derecha y a la izquierda. Al terminar de dar estos medios lados, detenía al Capulín y lo empezaba a cejar hacia el partidero del lienzo, o sea que camanira hacia atras reculando en linea recta. Finalmente regresabamos al rectángulo al paso del caballo y saludando al público terminaba con la Cala.
DOMITILA I, REINA DE LOS CHARROS
Como les mencioné, una de las razones por las que entré a la Asociación de Charros de la Laguna, primero fué por el cariño que nació en mí disfrutar de los caballos, de sentirme libre al cabalgar encima de uno de ellos. En segundo lugar porque me gustó mucho el deporte nacional. Y en tercer lugar por los premios que le daban al nuevo prospecto de charro que se mantuviera en los lomos de un toro o becerro, un moño en el pecho y un beso por parte de la reina de los charros.
La reina de los charros en esos días, de mi adolescencia se llamaba Domitila Yáñez, una linda chica de a caballo. Para mi fué una de mis primeras ilusiones de la vida, tener una novia así fué lo máximo. (ojalá que mi esposa no lea esto). La Domi, como cariñosamente le decía yo, vivía en Torreón Coahuila, a la entrada de la ciudad. Sobre el boulevard Torreón. Su papá Jacinto Yáñez era charro, no muy bueno para lazar, ni para colear, pero con una linda hija. Yo vivía en Lerdo, creo que ya les di la dirección, Belisario Domínguez 512 norte. Pues resulta que gracias a tantas jineteadas de toros o becerros, a tantos premios obtenidos, que nació un pequeño romance juvenil entre los dos y nos hicimos novios. Pero desde mi casa, a la casa de ella hay como doce kilómetros de distancia, y yo tenía la necesidad de ir a visitar a la novia. ¿Como hacerlo? El Capulín fué la solución, cada tercer día yo ensillaba al Capulín y salía de casa a las cinco de la tarde, tomaba la orilla izquierda del río Nazas y al llegar al puente lo cruzaba, y cinco minutos más ya estaba yo, a la puerta de la casa del charro Yáñez y salía la Domi a recibirme, yo amarraba al Capulín de la reja de la casa y nos sentabamos en la banqueta a platicar. Ya como a las ocho y media de la noche me despedía de mi novia y tomaba el camino para el regreso. Como ya estaba oscuro, yo confiaba en la vista del Capulín y regresabamos a casa sin novedad. Mi madre me decía:
-¿Adonde andabas hijos?
jueves, 22 de septiembre de 2011
¿PORQUE LE PUSE DE NOMBRE CAPULÍN?
Bueno, de niño fui muy aficionado a comer capulines. El capulín es un fruto muy carnoso, con la piel muy oscura, casi negra azabache de sabor muy dulce, pero la piel termina hostigando. Es originario de los climas templados de México. Es el fruto de un árbol que mide de diez a quince metros de alto. Sus flores son blancas que se agrupan en racimos colgantes. Su nombre se deriva del Náhuatl. Cuando está fresco se come con cuidado de no morder su semilla, solo o con limón y sal. Las semillas secas del fruto se conocen como huesitos. Se rocían con agua salada y se tuestan en el comal. La semilla se chupa primero y luego se quiebra con los dientes para sacar la almendra que se encuentra dentro.
El color de los capulines y mi afición por comer esta fruta fue lo que me decidio por ponerle de nombre a mi cuaco el de: CAPULÍN además es un nombre muy mexicano, muy charro, ¿no creen?
El caballo era muy obediente pues así lo había educado mi tío Toño, era muy fácil hacerlo que se echara de lado y se hiciera el muerto, yo aprendí a florear la reata parado sobre su panza, y el penco se mantenía quieto, como si estuviera dormido.
-Eh aquí otro dormido de Lerdo- me dije yo.
En esos días estaba una prima mía de visita en la casa, llamada María Elena, a la que le decíamos "La Chiquis" entonces la invité a que me acompañara al jardín de la huerta y ahí entre los rosales, hice que se echara el caballo de lado sobre el pasto y procedí a bautizarlo con el nombre de "CAPULÍN" destapamos unos refrescos de sabores llamados sqweese y así desde ese memorable momento para mí, mi caballo se llamó "CAPULÍN"
¿COMO LLEGÓ EL CAPULÍN A MI CASA?
Bueno, empecé a ir todos los dosmingos al terreno donde los Charros de la Laguna hacían sus prácticas, cuando llegaba la hora del jineteo de toros lleguas y novillos, los charros los empezaban a jinetear. Habían construído unos cajones en la orilla más corta del rectángulo y de esos cajones salían los charros jineteando a las bestias. Al final del día se invitaba a los asistentes, para ver si había algún aventado que quisiera jinetear. Se iba a calificar al mejor jinete y el que saliera campeón iba a recibir un moño y un beso por parte de la reina de los Charros. Ella se llamaba Domitila Yañez. Al ver lo lindo de la escuincla, yo me apunté como jinete. Y que me gano el moño y el besito por parte de la Domi. Llegué feliz a mi casa, le platiqué a mi papá mi aventura y el premio, eso lo hizo interesarse por la afición que estaba naciendo en mi. A los dos días nos visitó un tío mío, Antonio Lavín Saenz, primo hermano de mi papá que vivía en un rancho llamado Bucareli, este rancho se encuentra a seis kilómetros por la carretera que va de Gómez Palacio hacia Bermejillo. En ese rancho, la mamá de mi tío, la tía Angelita tenía muchas vacas, toros y caballos. Mi padre le platicó a mi tío lo de mi afición por la charrería y por los premios que se ganan en las charreadas. Mi tío dijo:
-Y panchío ¿ya tiene caballo?- a lo que mi padre le contestó que no. Entonces mi tío le dijo:
-Un charro sin caballo, es un charro de banqueta, yo tengo en Bucareli un prieto azabache que nadie lo monta, yo lo monté por mucho tiempo, es un caballo muy charro, muy payaso, sabe colear, muy bueno para la cala de caballo, es muy dócil y será un gran compañero para mi sobrincalo, se me afigura que se lo voy a regalar. A ver Panchío, ¿estás dispuesto de cuidar, darle de comer, ponerle su agua, cepillarlo, y mantenerlo en condiciones de que sea la envidia de todos los charros?
A lo que yo le contesté todo alborotado: Si tío, lo haré de mil amores, pero ¿donde lo voy a colocar aquí en la huerta? a lo que mi padre dijo:
-Bueno mí'hijo, yo le haré su caballeriza junto a la ventana de tu recámara para que estés al pendiente de él-
En tres días estuvo la caballeriza lista, un carpintero de mi papá bueno para los clavos y el martillo la construyó, amplia, cómoda con techo de cartón corrugado. El sábado muy temprano fuímos a Bucareli, mi tío Toño no estaba lo había mandado la tía Ángela a entregar la leche en la pasteurizadora. Mi papá le explicó a mi tía la causa de nuestra visita, por lo que la tía dijo:
-A que Toñito, hasta que por fin se va a deshacer de ese caballo, ya nadie lo monta, se esta volviendo un bruto, y si se lo llevan ya no gastaré más en su mantenimiento- Un rato después llego mi tío, mientras tanto yo me fui a los corrales para conocer al prieto azabache. Que bonito cuaco, ya me veía yo, llevando a pasear a la Domi por la orilla del rio Nazas.
Después de platicar un rato, mi tío subió al caballo a su camioneta Pick Up, y salimos hacia Lerdo, mi corazón latía con mucha fuerza. Yo, ya no sería un charrito de banqueta. Llegamos a la huerta, bajamos al caballo, lo metí a la casa y lo dirijí a su caballeriza, en el piso de esta estaba lleno de paja, la pilita de agua que construyo mi papá estaba llena, y el comedero lleno de alfalfa achicalada. Mi tío me dijo:
-Vas a tener que ponerle un nombre, al penco le gustan mucho las zanahorias, dale dos al día, no más, porque te va a salir muy caro-
Y así, de esta llegó el capulín a mi casa.
martes, 20 de septiembre de 2011
¿COMO NACIÓ MI AFICIÓN POR EL CABALLO?
Bueno, fue más o menos en el verano de 1954 cuando se acantonaron a tres cuadras de mi casa, en la huerta de don Melquíades, una pequeña partida de soldados de caballería, creo que era un pelotón. Un sargento, un cabo y siete soldados, duraron ocho días en esta huerta. Ahí les llevaban su itacate, el agua y el pienso para los caballos. Yo los veía todos los días cepillando a los pencos, los sacaban a pasear, les daban de comer, y en sus ratos de ocio se ponían a platicar sus aventuras. Yo empece a acercarme a ellos y les pedí que me dejaran montar. Cual fue mi sorpresa que lo hicieron de muy buena gana, porque en la charrería aprendí que el caballo, la pistola y la mujer no se prestan. En fin, me diernon chance y me subí al albardón con el cual estaba ensillado el caballo (asi se llama la silla militar) en fin durante esa semana monte cinco veces a distintos caballos del pelotón de Caballería. Me di cuenta que los caballos son muy distintos unos de otros. Esto depende de la forma en que fueron arrendados, unos obedecían de inmediato, otros como que la pensaban mucho más, otros necesitaban un talonazo en los hijares, y algunos más que uno les sacudara la rienda. Cuando el pelotón se retiro me sentí triste, pues ya no volvería a montar. Yo tenía en esos días un amigo que se llamaba José Porras, le decíamos el Cheno. Le platiqué mi pesar de no volver a montar un caballo cuando me dijo: ¿Porque no me acompañas este domingo al terreno donde se juntan los charros? ahí me dejan montar algún caballo si después se los paseo. Me intrigo la propuesta y me fui con él, el siguiente domingo al terreno donde practicaban los charros de la Laguna. Este era un terreno grande, rectangular, totalmente bardeado, donde ellos practicaban sus suertes charras. Me emocionó tanto el lugar, el olor a polvo y a majada de caballo, ver a esos hombres vestidos con esos trajes tan campiranos, verlos cabalgar, lazar con sus manganas, hacer esos piales, y sobre todo verlos colear por un lado de la parte larga del terreno, que fue a partir de ese domingo que nació mi afición por el caballo.
lunes, 19 de septiembre de 2011
LAS MAÑANITAS DE ABRIL
Ante una taza de café, a mis casi setenta años de edad, y recordando mi adolescencia y los ratos agradables que pase montado en el Capulín, muy pronto mi caballo se acostumbró a su nuevo nombre, a cada rato se lo decía yo de muchas maneras: "CAPULÍN" "CAPULÍN BONITO" y me dí cuenta que era muy payaso, si le decía "A CAPULÍN" comenzaba a bailar, o sea que daba de brinquitos, como si trotara en su lugar, pero al decirle yo: OHHH CAPULÍN" se detenía de inmediato, otras veces le decía yo: "SÍGUEME CAPULIN" le soltaba la rienda cuando lo paseaba detrás de mi y el cuaco me seguía docilmente (claro que en esto me ayudo mucho las zanahorias que yo le daba, le gustaban mucho) Permitanme platicar acerca de las mañanitas de abril.En mis años de joven se acostumbraba durante el mes de abril de cada año, salir a saludar al sol. La gente de mi pueblo salía a las seis de la mañana a caminar sobre el boulevard Miguel Alemán que va de Lerdo a Gómez Palacio y caminaban de seis a siete para regresar a desayunar y salir al trabajo. Entonces decidí también en salir a saludar al sol, pero lo hice montado en el Capulín. Me levantaba a las cinco y media, sacaba al cuaco de su caballeriza, le colocaba la montura y el freno y salía con rumbo al boulevard, pero no tomaba la carretera, sino que lo hacía por la brecha que dejo la vía del tranvía que iba de Torreón a Lerdo, en el tramo de mi ciudad a Gómez Palacio. Era una brecha que corría en diagonal al Boulevard, ya que iba de la salida de mi ciudad hasta llegar al parque Morelos de Gómez. Que delicia de cabalgada, lo fresco de la mañana, el aroma del campo, la salida del sol, fueron días que recuerdo gratamente. Bueno hasta el caballo se sentía feliz, porque al regreso lo cepillaba, le ponía su alfalfa achicalada y le llenaba de agua la pilita donde él bebía. El Capulín fue mi mejor compañero de aventuras de aquellos tiempo. Que lindos recuerdos.
EL NACIMIENTO DE UNA AFICIÓN
En 1954 cuando yo tenía 12 años de edad, nació en mí la afición por la Charrería, afición que solo me duró cinco años. En ese entonces yo vivía con mi familia en Ciudad Lerdo, Dgo. La casa quedaba en Belisario Dominguez # 512. Soy el hermano mayor de los seis hijos que tuvieron mis padres. Este blog está dedicado a las aventuras que tuve con mi caballo "EL CAPULÍN" que es el cuaco que sale en la foto. Por lo tanto, el charro que está montado, sobre el equino es un servidor. Mi caballo era prieto azabache, con un lucero en la frente, alto, fuerte de cuerpo y tresalbo. Poco a poco le voy a ir contando las aventuras que viví montado en mi penco.
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