viernes, 27 de febrero de 2015

CUANDO DESPALMARON AL CAPULÍN

Un día, me levante temprano con ganas de salir a pasear en mi cuaco, El CAPULÍN pero al sacarlo de su pesebre, note que cojeaba de la pata delantera derecha, se la revisé, y vi que la herradura estaba floja.



De inmediato fui a la casa de Don Sixto Barrera y le dije lo que mi penco tenía: “Ay panchío, pobre CAPULÍN, no lo puedes montar así, mi hijo Salvador tiene un herrero que vive por la salida a Raymundo, el maestro se llama Pascual Sierra, ahorita que llegue mi hijo Salvador, vayamos a tu casa en su pick up por tu caballo y se lo llevamos a don Pascual, para que le arregle esa herradura”

Cuando llego Salvador, nos fuimos a la casa y de inmediato subimos al CAPULÍN al pick up, y agarramos para la salida a Raymundo.

Salvador me dijo: “Veo que al caballo hay que despalmarlo pues le esta saliendo ese problema ahorita, le voy a pedir a Pascual, que le quite la herradura normal que tiene, y que le haga la operación de despalme, le coloque una herradura para el despalme, y deberás dejar descansar a tu cuaco por unos quince días”

Yo me asuste, y le pregunté: “Oye Salvador ¿Qué es esa operación de despalme?”

“Bueno, se llama despalme a la operación, consistente en quitar la palma córnea del casco del caballo que está encima de la carnosa. Conviene realizar el despalme en multitud de enfermedades del casco y de las extremidades, sobre todo de aquellas que formando materias, no pueden tener salida libre mientras no se quite la palma o que sea preciso descubrir algún punto alterado colocado debajo de ella. El despalme puede ser parcial o total, es decir, se quita parte de la palma o toda ella, según se crea necesario. Es muy general que los dueños de animales como tú, se asusten al oír la palabra despalme cuando la operación no implica consecuencias negativas, encontrándose el animal completamente curado pasados quince días.

Llegamos a la herrería de Don Pascual y Salvador después de saludarlo le explicó lo del CAPULÍN, por lo que el herrero que estaba acostumbrado a ver todos los problemas de las herraduras de los caballos, procedió a quitarle la herradura que traía y que despalmara al CAPULÍN.

Después de esa pequeña operación procedimos a subir al caballo al pick up y regresamos a la casa.

Ni modo, quince días de descanso para el caballo. 

martes, 10 de febrero de 2015

CUANDO EL CAPULÍN FUÉ POR LAS TORTILLAS



Anoche estaba yo recordando, el día en que el CAPULÍN entró a la tortillería a comprar un kilo de tortillas.

Resulta, que yo ya me había ido a Monterrey a estudiar el primer año de preparatoria, salí de vacaciones de diciembre, y estaba yo muy alborotado por volver a montar en mi cuaco.

Toño mi hermano se quedó encargado de él, dándole de comer y poniéndole agua en su bebedero.

Yo seguía siendo novio de la Domi, ella me escribía casi todos los días, por cierto con una ortografía horrible, sus cartas empezaban diciéndome: “Ola mi hamor, como has estado, yo estrañandote mucho…” y así seguía, había palabras donde cometía hasta tres faltas de ortografía.

Total que llegué a Lerdo un viernes en la noche, el sábado, mi madre me quiso hacer chilaquiles, y cuando me levanté me dijo: “Vete a la tortillería, y me traes un kilo de tortillas”
Salí a la caballeriza de mi penco, le eche unja falsa rienda a la cabeza y montándome a pelo, salí a la tortillería que estaba por la calle de Belisario Domínguez a cuatro cuadras de la casa.

Como el CAPULÍN estaba muy acostumbrado a mi, no necesitaba amarrarlo, así que en cuanto llegamos frente a la tortillería, entré en ella, que era una bodega grande con un portón por entrada. No me di cuenta que el prieto me siguió, entonces escuche a la tortillera que gritó: “Saquen a ese animal de mi local”

Volteo, y el azabache estaba atrás de mí, dentro de la tortillería, lo saqué y lo até a un árbol que estaba en la entrada, compré las tortillas y regresé montado a pelo en mi caballo.

Al llegar a la casa, muerto de la risa, le dije a mi madre: “Para la próxima vez, manda al CAPULÍN por las tortillas, al fin que ya sabe como llegar, y pedir con un relincho el kilo”