viernes, 29 de agosto de 2014

EL ESTANDARTE DE MÉXICO





La CHARRERÍA es el estandarte de México ante el mundo, es un ritual casi religioso para los practicantes de un código de conducta que no solo implica saber lazar un novillo o montar soberbiamente a caballo, sino también como llevar el sombrero, sentarse, tratar a una dama y conversar en una reunión, la época de oro de la charreria fueron los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX, desde el siglo XVI existieron en México grandes haciendas y ranchos en los que había mucho trabajo, pues había que bajar del monte o traer de los agostaderos enormes manadas de caballos y ganado vacuno, para ser curados, marcados o herrados.

Así, los hacendados se unían a sus peones para ayudarlos a lazar utilizando las suertes de la charreria, algunas veces algunas de las mas arrojadas esposas e hijas de los hacendados se sumaban a los grupos de charros en sus actividades ecuestres para desarrollar las labores del campo, la practica de la charreria requiere de gran habilidad, que se obtiene a fuerza de practica y entusiasmo, a pesar del fatigante ejercicio, después de marcar un animal, aprovechando que estaba tirado, el charro se montaba en el para demostrar su habilidad como jinete, al tiempo que el animal se ponía en pie y comenzaba a brincar a diestra y siniestra tratando de tirar a su jinete, a esta peligrosa actividad se le conoce como jinetear, había dos modos de jinetear a las yeguas brutas, una era "con tentemozo", en la que el jinete se agarraba a una reata que se amarraba alrededor del vientre del animal, la otra era "a la greña", que era montando en pelo, agarrándose solo de las crines del caballo, una de las suertes charras mas afamadas es el peligroso "paso de la muerte", que implica cambiar de montura de un caballo a otro cuando están en plena carrera, otra actividad charra muy lucidora, y algo que desde hace muchos años ha venido formando parte indispensable de las labores del campo, es ciertamente el floreo con la reata, para lazar un novillo, el charro debe agitar la reata en el aire hasta formar un circulo perfecto dentro del que el animal queda atrapado, hoy en día en los jaripeos y charreadas los charros florean la reata formando un circulo dentro del que deben saltar horizontal y verticalmente sin dejar de agitar la reata en el aire, y hasta bailar.

La charreria es una gran tradición mexicana única en el mundo que no debe perderse, porque hacerlo seria tanto como perder buena parte de nuestras raíces y parte de nuestro pasado histórico.

jueves, 28 de agosto de 2014

POEMA PARA MI CUACO...

Aunque el Capulín no fue un cuaco Azteca, le dedico este poema, allá donde se encuentre…



¡Caballo de “Raza Azteca”!
de México eres otra pasión
“Español” y “Cuarto de Milla”
tus orígenes son… 

Docilidad y gallardía
belleza y temperamento
nobleza y alegría
el “Español” te heredó. 

Rapidez y agilidad
resistencia y fuerza
dulzura y lealtad
te brindó el “Cuarto de Milla”

Hermosos son tus colores
equilibrado tu carácter es
espectaculares son tus aires
¡majestuosa! tu estampa es.

Por tus virtudes y características
de todos eres admirado
un lugar entre las razas
tú, “Azteca” te has ganado.

Fuente de inspiración eres
de poetas y escritores
de pintores y escultores
de fotógrafos y diseñadores

Dicen que el “Cuarto de Milla es para cowboys
el “Español” es para la realeza
y para nosotros los charros
el mejor… ¡tú mi cuaco “Azteca”! 

Porque pensado y naciste para la charrería
pialar, colear, ternear y manganear
lo haces con gran gallardía
pero al calar ¡luces espectacular! 

Señores gracias de verdad
a todos esos soñadores quiero dar
por hacer de ti, hoy una realidad
y darnos el placer de poderte montar. 


martes, 26 de agosto de 2014

LAS CABALGATAS SABATINAS



Una costumbre muy sana que tuvimos de jóvenes eran las cabalgatas de los sábados, donde salíamos desde el Lienzo Charro de Gómez Palacio montados a caballo mis amigos, amigas y yo.

Nos juntábamos el sábado muy temprano: Benjamín Castill en su yegua pinta. Manuelito Dávila en el ruano de su papá. Cheno porras en su cuaco alazán, Toño mi hermano en su yegua Overa, Alma Dávila en la yegua retinta, Domitila mi novia en su cuaco alazán tostado, alguna otra de las chicas de la escaramuza, de quien no recuerdo su nombre y yo montando al capulín.

Saliendo del lienzo, cruzábamos el boulevard Miguel Alemán y continuábamos hasta el río Nazas, unas veces torcíamos hacia la izquierda para llegar a lo que fue la laguna de Mayrán y entrar a la desembocadura del río Aguanaval y otras, hacia la derecha para pasar frente al cerro de las calabazas y llegar hasta Raymundo, por todo el río Nazas.

Esta era la forma de sacar a pasear a los caballos, para que no se entumieran de las patas.

Después regresábamos de nuevo al lienzo y metíamos a los cuacos a sus pesebres.  

lunes, 25 de agosto de 2014

UNA ORACIÓN DEL CAPULÍN




Señor que no me corten la Crin ni me pongan aparejo, que no me ensille un catrín ni que me monte un pendejo. 

Que no me peguen al carro, ni me prendan al arado. Yo le sirva a un buen soldado o aun Charro que sea cabal, como Francisco Lavín que use riendas y bozal con un perfecto acabado. 

Que no me pongan grupera porque tal vez no convenga. Quien buena grupera tenga la guarde pa' el día del juicio si no es mucho sacrificio, porque se van a escasear y ese día no va a encontrar la grupera que le venga. 

Que no me deje sudado ni me bañe a mediodía necesito el agua fría, la mugre y las garrapatas son mis peores acicates que yo no le desearía. 

Quiero una caballeriza: mas que camisa y alfombra yo necesito la sombra. Que no me monte borracho será lo que haga más gacho, si de a caballo se nombra. 

Que me trate como a él lo haya tratado su padre, su más querido compadre, su tío, su hermana, su hermano, que demuestre que es humano si hay maltrato es un cobarde. 


Que no me compre un señor que de hombre traiga el disfraz ni me presten a tarugos, que son los que abundan más. 

Ante Dios todo se inclina Señor toda mi oración, es mensaje de ocasión al Deporte Mexicano, bendícelo con tu mano y dale campo de acción, y si es Charro, mil veces mejor.

martes, 19 de agosto de 2014

UN BUEN CHARRO



“¡Así que aquí tienen escondidos a todos los guapos mexicanos!” dijo  mi novia Lupita Agüero al entrar al Lienzo Charro de la Laguna, donde se encontraban varios chicos preparando sus caballos para entrar en acción. Ella tiene razón. Los hombres mexicanos se ven especialmente apuestos en traje de charro. Les hace verse varoniles y realza su porte.

El traje de charro es el traje típico mexicano. Lo utilizan quienes practican el deporte nacional que es la Charrería. Hay de varios tipos que van desde los más sencillos llamados “de faena” hasta los más elegantes y costosos con abotonadura de plata, llamados “de gala” que se utilizan en las ceremonias más importantes como una boda o el desfile militar de la Independencia de México. Aunque muchos quizá tengan referencia de este atuendo en el que utilizan los mariachis. Sin embargo hay gran diferencia entre un mariachi y un charro.

La charrería es una tradición, un arte y un deporte que conserva el espíritu de México. Lo practican familias enteras que cada domingo se reúnen en los Lienzos, -una especie de Plazas de Toros o Estadios- propios para realizar las suertes con ganado y caballos donde los charros se juegan la vida.

Esta práctica está basada en las actividades tradicionales de la ganadería. Implica hacer gala de las habilidades ecuestre que los charros o vaqueros mexicanos realizaban para ganarse la vida y también para divertirse durante las fiestas o ferias de su región. Consiste en 9 suertes en las que el charro interactúa con vaquillas, toros y caballos, poniendo en riesgo su propia vida.

La visita al Lienzo comienza al medio día. Los hombres preparan a sus caballos y con su distintivo traje y sombrero. Mientras sus esposas, hijas y el público aficionado a vivir la fiesta charra se colocan en las gradas, donde se venden antojitos mexicanos, cervezas, tequilas y dulces para disfrutar de la mañana.

El ambiente resulta festivo pues de fondo tocan los mariachis o la banda. Quizá el momento más colorido y emocionante de la charreada es la participación de la escaramuza charra, que es el equipo de mujeres a caballo que realizan una especie de coreografía a todo galope y que lucen hermosos vestidos de “adelitas". Entrada la tarde llega a la hora de comer. Es entonces cuando los charros, luego de las glorias obtenidas en el lienzo, con un poco de tierra en la cara, se acercan a sus familias para compartir los alimentos.

La familia el núcleo fundamental de la vida del charro. El charro como el hombre mexicano es capaz de dar su propia vida en defensa de sus padres e hijos, así como  de la patria y el honor. Es en la figura del charro es dónde se  gesta la identidad mexicana. Los valores en que se sustenta, son en el fondo los valores de la nación.

El charro representa un sólido estereotipo de lo mexicano en términos de imagen ideal: señor de sí mismo, de su familia y de sus bienes. Un hombre de una sola pieza. Pragmático y firme hasta la obstinación, valeroso hasta la temeridad, creyente fiel y sincero. Es franco, seductor y exultante.

Encarna una masculinidad derivada de la compleja mezcla de normas, valores, representaciones y prácticas, que tienen lugar en las áreas de su universo simbólico: las relaciones entre los sexos, el poder, la cotidianidad, su vestimenta, la familia... La charrería es como México en general: alegre, fiestero, valiente, íntegro, conservador y hozado.

Las deformaciones de las características del charro se convirtieron en el concepto del macho mexicano: el  hombre bebedor, fiestero, mujeriego, cursilón, bravucón y represor de las mujeres, en algunas ocasiones hasta golpeador y bandido que mucho se ha difundido en el cine. Sin embargo como testigo presencial, puedo decirles que los charros casados o con novia, ni siquiera se permiten mirar a otra mujer de reojo. Excesivamente respetuosos con las mujeres de su casa ofrecen su faena con una ardiente mirada desde el lienzo hasta las gradas y el gesto de quitarse el sombrero.

Y un buen Charro es aquel que llega montado en un buen caballo como el CAPULÍN.


lunes, 18 de agosto de 2014

POEMA AL CHARRO MEXICANO



EL VALOR CHARRO

“Los hombres son cual naves que pasan por la noche
cubiertos por la sombras que borran su figura,
que son indiferentes al halago o reproche,
pues sólo es su camino, la vacía sepultura.

Pero todos aquellos que a la vida llegaron
y supieron de risas, de canciones y amor,
las sombras de la noche, a donde los llevaron?
o desaparecieron? O están en ti señor!!

Esta pregunta invoca mi condición humana, 
quiero saber la ruta de amigos que se han ido,
a donde moran ellos, es tarde o es mañana,
hay luz, hay sombras, hay dolor o hay gemido.

Pero... mente que absurda saber quiere el secreto
que vive en el mandato del Padre Celestial,
no es potestad humana conocer el sendero,
de la ruta que lleva el hombre en su final.

Tal vez seré un iluso o un torpe sin sentido,
que penetrar quisiera  en la región final,
donde se han ido charros de recuerdo querido,
y quisiéramos tengan alegría y sana paz.

Que quisiera el eterno permitirles un día,
ensillar sus caballos con amor nacional;
y despertar contentos la más sana alegría,
así como en la tierra hacer su festival


Calando su caballo con pasión verdadera,
engarzando sus piales con su gran devoción,
y hacer buenas caídas en linda coleadera,
o jinetear un toro con destreza y pasión

Alistar su chavinda para lazar cabeza,
y en el ruedo también, tirar hermoso pial;
y abriendo sus caballos con suprema destreza
realizando la terna de fiesta nacional.

O sobre una tordilla que en el viento repara,
pa´ quitarse al jinete que sobre el lomo va,
que le juega las piernas con cadencia tan clara,
asombrando a la gente que en la fiesta estará.

Al tomar su chavinda, manejará con arte
la mangana preciosa que tratará prender,
rodada, mascarita, bigotona o resorte,
porque todas las sabe, en su diario quehacer
manganas a caballo darán comienzo,
del valor de los charros que en tu reino estarán,
porque ellos siempre amaron tus santos mandamientos,
fueron nobles humanos y tuvieron piedad.

En pasos de la muerte, verá con que alegría,
el charro se prepara a cumplir su misión,
rematando las suertes de nuestra charrería,
con el amparo santo de tu amor y perdón.

Por eso en la gloria suenen las espuelas,
relinchen los cuacos, hable el caporal,
que tu Padre Eterno formaras la escuela,
y que siga habiendo fiesta nacional”. 

lunes, 4 de agosto de 2014

ASÍ ORABA EL CAPULÍN...



Muchas veces me quedé a dormir en el pesebre del Capulín, batallaba mucho en echarse sobre la paja. Pero siempre me imaginé que me decía esta Plegaria…

"Francisco:

Dame de beber y de comer y cuídame. 

Cuando termine el trabajo del día dame un lugar limpio y apropiado para cobijarme. Háblame porque a menudo tu voz reemplazará las riendas, el freno y la cuarta.

Sé bueno conmigo y te serviré más alegremente, acaríciame y enséñame a trabajar con buena voluntad. 

No me castigues si no te comprendo, con gusto te sirvo hasta donde mis fuerzas me alcanzan. 

No me juzgues desobediente si soy lento en obedecer. 

No olvides que estoy dispuesto a morir en tu servicio y cuando el fin esté próximo, cuando ya no pueda servirte, no me dejes morir de hambre ni de frío y no me vendas a un amo desconocido. 

Sé bueno y dame una muerte rápida con tus propias manos; Dios te lo recompensará aquí y en la eternidad y mis sufrimientos serán menos.
Perdona haberte dirigido esta plegaria que te imploro no olvides en nombre de Aquél que también nació en un establo... Amén… “El Capulín”

SIEMPRE QUE RECUERDO AL CAPULÍN...



Cada que recuerdo al “CAPULÍN, recuerdo las características del caballo Charro.

El inseparable amigo y compañero del charro: Su caballo, llegó a estas benditas tierras de Dios traído desde España por Hernán Cortés; eran de origen arábigo los primeros 16 equinos 11 caballos, 5 yeguas más un potro que nació en el navío que desembarcaron el año de 1519 en las orillas del río que ahora se llama Grijalva y hasta nuestros días son conocidos los fierros quemadores que se guardan en el Lienzo de Tlaxcala y que recuerdan a aquellos primeros equinos que pisaron tierra azteca.

El caballo, que era un animal desconocido para los indios que habitaban estas tierras, causó gran impresión y miedo entre la población indígena e incluso entre la clase guerrera que combatió contra los soldados de Cortés. El estallido de la bombarda y el relincho de un caballo significaban casi la derrota para los indios, quienes llegaron a pensar que el jinete en lomos de su caballo era un solo ser.

Pasadas las etapas bélicas el caballo se reprodujo rápida y abundantemente junto con el ganado vacuno y el ganado menor en los ricos agostaderos del inmenso territorio nacional y resultó indispensable para los hombres de campo de aquellas épocas; y aunque en un principio los españoles peninsulares y los ricos hacendados criollos eran los únicos que podían montar un caballo, fue por la necesidad que originó el abundante ganado que aumentaba continuamente que se incorporaron primero los mestizos y luego los indios a las faenas campiranas montando caballos. El resultado fue un jinete superior al español en habilidad y destreza para el trabajo con las bestias cerriles, que al tiempo que modificó atuendos, implementos y faenas ecuestres empezó a desarrollar su propio estilo de doma y educación para los caballos que tenía necesidad de montar, naciendo así lo que ahora se conoce como rienda charra.

El prototipo del caballo charro como bien lo define Don Carlos Rincón Gallardo es uno fuerte, ancho, chaparrón, de mediana alzada 1.45 metros de la cruz al suelo es el mejor, musculoso, ligero y de mucho hueso. Quien ha visto los bonitos cuadros campiranos pintados por don Ernesto Icaza identificará de inmediato este prototipo. Respecto a su carácter, los mejores caballos para charrear son aquellos conocidos como de brío escondido o de brío buscado que son nerviosos y se llegan a alborotar pero con el trabajo se aquietan y de mucha ley y clase, que tienen gran resistencia manteniéndose firmes desde el principio hasta el final de la jornada; que sean quietos y serenos para faenas como pealar y manganear y con mostrada disposición para colear y que no se rajen acobarden trabajando con el ganado vacuno.

Existen diversas formas sobre la manera de arrendar educar un caballo al estilo charro y he observado que cada arrendador tiene sus propios métodos; yo soy partidario de la educación que evite el castigo innecesario o aquella que se basa en hacer obedecer al caballo por miedo al jinete; resulta mayor disposición del animal a ejecutar determinada faena cuando la ha aprendido con paciencia y por las buenas que cuando lo hace movido por miedo a ser castigado. También estoy convencido de que la educación que se lleva a cabo con tiempo suficiente es más duradera que la que se logra en menor tiempo y rápido; resulta que se da el caso de que algún jinete pretende enseñar a un caballo de silla a colear en un término de 30 ó 40 días y al final de ese tiempo demuestra las habilidades que el animal ha aprendido; esa educación en la mayoría de los casos no será duradera y mucho menos si la ha adquirido el animal basada en castigos, como suele suceder.

No hay como seguir las reglas de la naturaleza y usar el sentido común - que no sé por qué pero resulta el menos común de todos los sentidos- e ir enseñando al caballo como se enseñaría a un niño: con premios y cariños cuando hace bien las cosas pero sin olvidar algún castigo cuando así lo amerite el caso pues también hay quien no castiga nunca y el resultado tampoco es el mejor. Me toma no menos de un año en arrendar el caballo que he de montar, pues los cimientos de su educación deben ser lo más fuertes posibles para luego destinarlo a las faenas para las cuales haya demostrado mayor disposición. Cierto es que, como los seres humanos, los caballos gustan de unas actividades más que otras y lo reflejan en la disposición que tienen para realizarlas. Bien sabido por los charros es que hay caballos que resultan coleadores casi por naturaleza, otros más muestran una marcada disposición para las faenas con la reata y supremo será aquel caballo en el que se ejecuten todas las faenas sin el menor indicio de que el animal se resiste a hacer cualquiera de ellas.

He notado que en la mayoría de los casos los caballos muestran indisposición al trabajo y a charrear debido a que han sido castigados sin necesidad. Es posible lograr con paciencia, perseverancia, práctica, ingenio y sentido común que un caballo aprenda casi cualquier cosa. Aunque bien sabido es que cualquier caballo por bueno que sea es factible de resultar en un animal con malas costumbres, pues conocido dicho dice:

"A las mujeres bonitas y a los caballos buenos los tarugos los echan a perder"

A mí me gusta arrendar el caballo de silla que he de montar y aunque acepto que los resultados que logro no se comparan con los de los grandes y experimentados arrendadores que abundan por todo el país, sí tengo a mi favor decir que el conocimiento mutuo que logro entre caballo y jinete es inigualable. Es como educar un hijo desde su niñez hasta hacerlo un hombre de trabajo.

En ocasiones he escuchado de diversas personas que consideran la rienda charra un tanto exagerada, complicada y hasta innecesaria al mismo tiempo - claro está que yo opino lo contrario- pues el charro desarrolló la educación de su caballo de acuerdo a sus necesidades y considera defectos muchas acciones y procedimientos que en otras equitaciones ni siquiera se toman en cuenta, como por ejemplo el charro desdeña entre otras cosas:

Que el caballo trote, y llama a este paso como paso de cura, de mondinga o de vámonos comadrita. En general todas las marchas llamadas de andadura son consideradas como defectuosas o imperfectas.

Que el caballo ande con la cola levantada.

Que mueva la cola exageradamente, a lo que le llama rabear.

Que mueva hacia arriba y hacia abajo la cabeza o hacia ambos lados en forma desesperada y mostrando inquietud. A lo primero le llama gorbetear y a lo segundo cachetear.

Que ande el caballo con la cabeza muy levantada, como mirando a las estrellas a lo que llama estrellar o despapar.

Que abra el hocico continuamente, que saque la lengua o que muerda el freno.

Que camine o galope con la cabeza volteando hacia cualquier lado, a lo que le llama enjetarse.

Que el caballo recoja el cuello como acercando el hocico al pecho (encapotarse).

Que se levante de manos por enojo; no así si es porque el jinete se lo ordena.

Que detenga su carrera frenando sobre las manos y no sobre las patas.

Que sea pajarero asustadizo por cualquier cosa.

Son estos sólo algunos de los defectos que ningún charro desearía en su cabalgadura por no mencionar otros más, y no sin razón, pues créame amigo lector cuando le digo que si de trabajar con ganado o charrear se trata, no hay nada más incómodo y hasta llega a entorpecerse la labor si la cabalgadura presenta uno o más defectos de los mencionados. Tal vez en una cabalgata de entretenimiento por el campo no resulten estos defectos de tanta importancia como charreando o trabajando, y aún llegan a hacer lucir el andar del jinete en lomos de su cabalgadura como lo es el caso de los caballos que encapotan, que son muy admirados en los desfiles por la gente.

Yo soy partidario de los caballos que saben bien a bien lo que hacen, si colean que estén muy atentos al cornudo y se peguen bien a él sin adelantarse ni atrasarse y que jalen muy fuerte para estirar, si lazan que estén bien quietecitos y se muevan sólo cuando el jinete se los mande ya sea para voltear al lado que se requiera o para cabrestear seguir al animal lazado si es necesario o bien para jalarlo cuando se lo tiene lazado; también es bueno que todo caballo que se repute de charro tenga habilidades para efectuar los movimientos llamados lados y medios lados tan característicos de la faena llamada cala de caballo, que ande hacia atrás con naturalidad, y convencido estoy de que es muy bueno enseñarles, además de todo lo relacionado a las labores charras, lo siguiente:

Saltar obstáculos naturales como arbustos, zanjas y aún riachuelos y pequeñas barrancas de esas por las que no se puede pasar si no es con un salto de caballo.

Saltar trancas de hasta 1.20 metros de altura resulta utilísimo.

Quedarse quietos en el sitio que se les dejó, con la montura puesta, aún sin haber sido apersogados.

Habituarlos a las detonaciones de las armas de fuego y hasta que se echen para servir de parapeto cuando se tira.

A abajarse, o lo que entre charros se llama alagartarse y que no es más que abrirse de sus extremidades a lo largo con el fin de facilitar que se les monte

A manotear para llamar a las puertas o levantar algún animal que no quiere levantarse. A seguir al jinete cuando éste le llama.

Y así tantas otras cosas más que pueden aprender los caballos, salvo no sean las consideradas por los charros como defectos. Y aquí al respecto vienen bien los siguientes dichos charros.

"... Sólo el sobrepaso es paso, lo demás todo es mondinga..."

"... Caballo que rabea, ningún charro lo desea..."

"... Más vale paso que dure y no trote que canse..."

Se ha determinado que el caballo ideal para la charrería es el cuarto de milla, muchos charros buscan un caballo de esta raza o en su defecto, algún potro que sea descendiente directo de padre o madre cuarto de milla, y si es de ambos, mejor. Esto es común en ciudades donde la actividad ecuestre cuenta con los suficientes recursos para ello y aún en regiones ganaderas donde prácticamente no se carece de buenos genitores y buenas yeguas. En otros lugares del país se sigue viendo trabajar al llamado caballo de tipo mexicano, caballo mestizo que suele cumplir con el prototipo del caballo charro.

Para elegir el caballo propio si se ha de adquirir uno no es bueno dejarse llevar por la bella estampa del animal ni mucho menos por su color cosa que llega a suceder, aunque tampoco es bueno dejarse llevar únicamente por sus aptitudes y capacidades sobre todo si son a primera vista y no se le conocen mañas y defectos que pueden llegar a ser peligrosos como azotarse, reparar levantarse de manos por enojo, pajarear ser asustadizo armarse quedarse inmóvil por cansancio o enojo y otras que no siempre se advierten al principio.

En la charrería deportiva se le ha definido a la faena de La Cala del Caballo como la faena que consiste en demostrar la buena rienda y educación del caballo charro; es la primera faena de una charreada y en ella se muestran diversas características del animal, entre otras la andadura, obediencia, mansedumbre, galope, postura de cabeza y cola, brío, etc. Para acreditar completamente que un caballo es charro yo digo que habría que aumentar a la cala la demostración de la disposición que tiene el caballo a ejecutar tanto las faenas que se realizan con la reata como las que se realizan sin ella, pues en estos días se ven en las charreadas caballos que calan y que realizan esta faena (la de la cala de caballo) a las mil maravillas, pero en ningún momento demuestran su disposición para colear o lazar. Incluso hay caballos que se les destina exclusivamente para calarse en una charreada sin que ejecuten ninguna otra faena y no se les da la oportunidad de demostrar si realmente son caballos hechos a la auténtica rienda charra.

Sin duda es mejor un caballo que sea bueno para colear y desempeñar faenas con la reata aunque no cale a la perfección, que un caballo excelente calador pero que no se preste muy bien para faenas con la reata o para colear.

Al igual que en otras equitaciones del mundo, en la charrería existen diferentes nombres para hacer mención a tal o cual caballo, algunos de ellos son:

Alfana: yegua de grandes fuerzas. 

Bridón: caballo brioso y arrogante. 

Caballón: caballo grande y feo. 

CUACO: CABALLO CHARRO. 

Cuatatán: caballo de silla y de trabajo. 

Chalate: caballo despreciable. 

Charchina: caballejo. 

Garrapato: caballo inútil. 

Jaca: caballo cuya alzada no llega a siete cuartas. 

Jamelgo: caballo flaco y desgarbado. 

Matalote: caballo flojo, sin brío. 

Penco: caballo sin brío.

Así pues, para preciarse de andar en lomos de un auténtico CUACO, éste deberá poseer el máximo de características tanto físicas como de carácter y de rienda que a lo largo del tiempo han adquirido los caballos en manos de los verdaderos charros.

Ya para terminar el asunto del caballo charro quiero poner aquí esta reflexión que sin duda todo caballo, aunque no tenga la posibilidad de expresarlo con palabras, hace siempre a su dueño, espero que siempre la tenga presente mi querido amigo jinete.

Para mí, siempre recordaré con respeto a mi caballo “EL CAPULÍN”