miércoles, 27 de mayo de 2015

LA JOVERA

Claro que mi hermano Antonio no se quiso quedar atrás. Un día que me acompaño a una práctica de Charrería y que yo lleve al Capulín, cuando regresamos a casa le dijo a mi Señor Padre: “Apá, yo también quiero un caballo como el de pancho, pues también quiero ser charro”

Y allá fue mi Padre, al rancho Bucareli de la tía Angelita, y mi tío Antonio le regalo una yegua par mi hermano Toño.

Esta es la yegua con la que mi hermano se hizo charro.



El color de la yegua era Overo, es decir: la mayor parte de color alazán con un entrepelado blanco.

Y empezaron las cosas charras también para mi hermano: La montura para la yegua, la caballeriza en la huerta junto a la caballeriza del capulín, doble ración de alfalfa. El traje de charro para mi hermano.

Y mi padre aunque no montó, se hizo charro también, pues era el del micrófono en las charreadas, era el juez en las competencias.

Ah, que lindos años pasamos mi hermano Toño y yo montados a caballo y aventando la reata a toros y yeguas.

domingo, 17 de mayo de 2015

CUANDO LA DOMI NOS QUISO CASTIGAR AL CAPULÍN Y A MÍ

Un sábado que tuvimos que practicar en el lienzo, Alma Dávila llevó a una compañera de su salón para que viera la práctica, pues también la Escaramuza iba a practicar. Domitila mi novia no fue a la practica pues amaneció enferma.

Mientras las chicas de la escaramuza practicaban, yo me cerque a la amiga de Alma y me dijo que su nombre era Lupita Agüero. Yo me puse a explicarle lo que las amazonas de la escaramuza hacían en cada pasada.



Luego seguimos practicando los charros nuestras suertes, yo montado en el Capulín.



Al término de la práctica Lupita Agüero me pidió que la paseara en mi cuaco. Como fui un charro muy comprensivo con las muchachas, de inmediato la monté en el Capulín y yo en la enancas.

Al día siguiente en la charreada dominical, Domitila no asistió, pero en la tribuna estaba la güerita Agüero, y yo me llene de orgullo y al llegar mi turno para el jineteo de los toros bravos, le cambié al Cheno Porras su toro por el mío, pues a él le tocó un toro Cebú de pocas pulgas, pero yo le quise presumir a Lupita quien era yo, como el gran charro. (A que panchito tan presumido)



Al tercer reparo del cebú, fui a para al polvo del ruedo del lienzo. En fin, en la culpa está la penitencia.

Ya por la tarde de ese domingo, fui a la visita a la casa de mi novia en Torreón. Para cuando llegué no salió ella, su hermano se asomó y me dijo: -“La Domi está muy enojada, y te manda decir que te va a castigar a ti y al capulín, por andar paseando en tu penco, a güerejas desabridas.