viernes, 23 de septiembre de 2016

¿CÓMO LLEGARON LOS CABALLOS A MÉXICO?



En 1519, Hernán Cortés desembarcó con 16 caballos en las costas de lo que es hoy la República Mexicana. Para la población indígena, que nunca antes había visto a aquel animal, caballo y jinete le parecieron uno mismo. Apenas fundada la Villa Rica de la Veracruz, llegaron refuerzos integrados por más jinetes, por supuesto, acompañados de sus respectivos caballos. En la conquista de México participaron muchos caballos, aunque casi todos son anónimos, algunos aparecen con nombre y descripción en el testimonio que Bernal Díaz del Castillo dejó. Registra el nacimiento del primer potro en tierra americana, hijo de una yegua castaña.

Los conquistadores usaban espada, puñal y lanza, sus trajes correspondían a la moda de la época, estaban formados por armaduras de metal y a veces, mallas, yelmo y rodela del mismo material. Así como sus atuendos eran especiales, también lo eran los aperos de sus caballos; todos portaban una barda (especie de protección o armadura) que los cubría desde la cabeza hasta parte de las ancas, hecha de baqueta y fierro. Había varios tipos de silla: la brida, la media, la estradiota y la jineta. 

La caballería pesada montaba la “brida”, que tenía estribos largos y camas de freno anchas. La silla media o bastarda, era intermedia entre la jineta y la brida. La estradiota, parecida a la brida en sus estribos largos y la cama del freno ancha, era muy larga y estaba diseñada para que los muslos del jinete, estirados, se encajaran en ella, a veces llevaba una arandela metálica para resguardar la mano del caballero. 

La llegada de caballos y los enfrentamientos bélicos hicieron que los animales que salvaron su vida huyeran a los montes, donde se reprodujeron. Estos cimarrones fueron los primeros caballos que los indígenas poseyeron y aprendieron a domesticar, aunque les estaba prohibido, so pena de muerte, montarlos. Para los españoles estaba claro que los caballos, mulas y armas de conquista eran un peligro potencial si estaban en en manos de los indígenas y criollos en la Nueva España.

Desde 1572 hasta 1611 hay ordenanzas en las que explícitamente se restringe tanto el uso de caballos y mulas como el de armas entre los indios. Desde el principio los peninsulares se esforzaron en la crianza de ganado caballar y bovino, y para ello usaron la mano de obra de la tierra conquistada. 

Cuando el poder imperial de la Corona española estaba bien establecido en las colonias habían cambiado las circunstancias y las necesidades de los españoles. Se obligaron a modificar la legislación respecto a los caballos. El primer escrito del que se tiene noticia, lo otorgó el virrey Luis de Tovar Godínez en 1619, mediante el cual, autorizó que 20 indígenas de la Hacienda de San Javier, ubicada en lo que hoy es el Estado de Hidalgo, montaran “caballos con silla, freno y espuelas”.

Los caballos eran parte de los bienes que enorgullecían a los propietarios. Pasear a caballo por las calles vestido de gala para mostrar la calidad del binomio caballo-jinete como pareja indisoluble, era la mejor manera de hacer patente dicho orgullo. Los jinetes y sus monturas fueron parte de las celebraciones especiales. La fiesta de San Hipólito, que se celebraba el 13 de agosto, era una de las más tradicionales. Desde el virrey hasta las autoridades religiosas y los conquistadores viejos, exitosos o no, desfilaban a caballo en lo que se conocía como el paseo del Pendón.

Posteriormente, se celebraron las fiestas de las cañas para festejar la llegada del Viejo Continente de las autoridades, la consagración de los templos y las imágenes y los aniversarios de los poderosos. El derroche y la fastuosidad eran habituales.