viernes, 23 de septiembre de 2011

A LAS LIEBRES




Viví muchas experiencias con mi caballo, unas muy divertidas, otras muy tranquilas, unas más a todo galope. Pero los sábados me gustaba ir a las liebres. Ensillaba al Capulín muy temprano, tomaba un rifle de salón calibre 22, otras veces mi hermano Antonio me prestaba su revolver calibre 22 con mazorca de nueve tiros y salía a campear. O sea a buscar liebres en el campo para tirarles de balazos. Nunca mate una, pero como le gustaba al Capulín correr tras ellas, y yo me gasté varias cajas de cartuchos, unas veces con mi rifle y otras con el revolver de Toño. A veces iba con rumbo al cerro de las Calabazas, otras veces tomaba rumbo hacia Raymundo por la orilla del río Nazas. Ustedes saben que normalmente el río esta seco, solo en tiempo de lluvias lleva agua. Que ricos sábados gozamos mi cuaco y yo. Lo que más le gustaba al Capulín era que al regreso, lo bañaba con la manguera, lo cepillaba, le daba sus zanahorias y a descansar en su caballeriza. Luego yo me bañaba y me preparaba para comer, pues el hambre después de un buena campeada es bastante.

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